PECADO
Y CONVERSIÓN EN LA BIBLIA
Por: Alvaro López Asensio
Página web: www.alopezasen.com
Quiero hablar de la conversión en clave bíblica. En
hebreo convertirse se dice con el verbo Shub,
que literalmente significa “volver” y también “volverse”. Principalmente se
trata de un volver físico.
En la Tanak
o Biblia hebrea no encontramos listas de propósitos ni se anima a darle vueltas
al coco sobre lo que hacemos mal. Es mucho más sencillo. Cuando se habla de
convertirse se dice, simplemente: “volver”. Por ejemplo, el profeta Oseas,
cuando expresa que Dios quiere que su pueblo
-al que imagina como una esposa- se enamore otra vez de É: “Por eso la voy a seducir, la llevaré al
desierto y le hablaré al corazón” (Os 2, 16). Dios quiere llevar de nuevo a
su Pueblo al lugar del noviazgo, que para Israel fue la salida de Egipto y la
travesía por el desierto. Volver a los lugares del amor, volver al camino que
lleva a la libertad, a la paz, a estar bien conmigo mismo y con los demás. Eso
es la conversión para el judaísmo. En definitiva, es una vuelta física que
implica movimiento.
Este pasaje del profeta Ezequiel también lo refleja
muy bien: “Por tanto, del a la casa de
Israel: Esto dice el Señor Dios: Volved a convertíos (volveos) de vuestras
idolatrías, volved la espalda a vuestras abominaciones” (EZ 14, 6). Todo
dicho con el verbo Shub.
Pero Shub
también tiene un segundo matiz: volvernos, dar media vuelta y descubrir, con
asombro, que no viajamos solos, que vamos acompañados, que Dios está pegado a
mí, sólo me hace falta dar media vuelta y lo encontraré conmigo, a mi lado. Por
eso la conversión no es hacer cosas es, esencialmente, volverme a una personal,
a un Dios personal que está desando que me gire. Pues eso, a dar la espalda a
todo lo contrario a Dios y a volverme a Él.
Este lenguaje bíblico es más simbólico y plástico que
el nuestro. Pero ahora toca hablar del pecado en la Biblia, una actitud
directamente relacionada con la conversión como Shub. A veces, en la vida, nos distraemos un poco de nuestro camino
vital y personal, y damos algunos rodeos, nos despistamos, nos salimos de la
ruta que nos marca la sociedad de consumo y, yo diría que hasta el marketing,
las redes sociales y Google Maps… En la
Biblia eso es el verbo Hatah, que se
traduce genéricamente por pecar, que en su origen significa tropezar. Como dice
el proverbio: “No vale afán sin
reflexión: quien apremia el paso, tropieza” (Prov 19, 2). Hatah también significa equivocarse,
errar. Por ejemplo, se utiliza cuando se erraba en el blanco lanzando flechas o
piedras con la honda.
Todo esto debe hacer reflexionar a judíos y
cristianos, especialmente los católicos que estos días viven el tiempo
litúrgico del Adviento (adventus: venida, llegada) como
preparación para la Navidad: el nacimiento de Jesús de Nazareth. Todos (judíos
y Cristianos) tenemos que prepararnos para volvernos a Dios y retomar el
significado bíblico de pecado, de nuestros pecados ordinarios. Son en realidad
errores que nos descentran, son tropiezos que nos hacen más dificultoso el
camino. Pero lo más importante es seguir en el camino hacia Dios.
Porque hasta el justo cae siete veces dice la Biblia
(Prov 24, 16). Seguro que Dios los mira así, no como pecados terribles que va a
notando en una lista, sino como los tropiezos del niño que su Padre contempla
con ternura. Un padre que se apresura para levantarnos y acogernos en su abrazo
de reconciliación, la palmada que necesitamos para seguir caminando haciendo el
bien.
Así que, si nos distraemos, si nos salimos de la ruta,
si nos equivocamos, si tropezamos, a levantarse y a volver de nuevo al camino
del seguimiento de Dios. Nos esperan el abrazo y las paladas de aliento de
Dios, dador de múltiples oportunidades.
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