MARÍA
MAGDALENA: VIDA Y MISTERIO
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Mateo y Marcos sólo mencionan a las mujeres de forma genérica y en la muerte de Jesús. Lucas, sin embargo dice que “lo acompañaban los doce y algunas mujeres” (Lc 8, 1-3).
El evangelista Juan no cita, al pié de la cruz, más que a la madre de Jesús, con María la de Magdala (población bíblica situada junto al lago de Galilea y, por consiguiente, conocida como: María Magdalena), otra María (mujer de Cleofás) y “el discípulo a quien Jesús quería” (Jn 19,26). Aunque no habla de otras mujeres, la sola mención de María de Magdala permite suponer la presencia de sus compañeras y discípulas que, seguramente, Juan no ha sentido necesidad de mencionar.
De este texto joánico se deduce que, las mujeres también eran “discípulos” de Jesús como los varones, es decir, le “seguían” y “servían” como ellos. En cuanto a María de Magdala, no es posible saber cuál era su pasado, ni su fortuna. Lo único que hay que evitar es ver en ella una rica prostituta, pues nada en los evangelios permite suponerlo.
Algunos exegetas bíblicos sostienen que era
adinerada y que ayudaba al grupo. Pero lo cierto es que ayudar al maestro, al
que “seguían”, era cosa que incumbía normalmente a todo discípulo, fuera varón
o mujer.
2.- María de Magdala, la pecadora del evangelista Lucas
María de Magdala aparece como la amiga más querida
de Jesús. Es la primera testigo que se muestra tras su resurrección y en una
escena que trasluce una gran intimidad, pues ella le llama “rabboni” (maestro) (Jn 20, 16). El
anuncio del resucitado la hace “el primer
cristiano”, encargada a anunciar el feliz acontecimiento “a los hermanos” (Jn 20, 17).
Según Brown[1], María reconoce la voz de Jesús como la del pastor que la ama (Jn 10, 3). Por este motivo, la Magdalena -como se la ha dado en llamar- sigue siendo la que más ha intrigado a los lectores de los evangelios y a los cristianos de todos los tiempos.
El misterio de su identidad ha hecho de ella la pecadora anónima de Lucas (Lc 7, 36-49), puesto que le salen “siete demonios”. Según la tradición, esos “demonios” sólo podían significar la lujuria; sería pues una prostituta. Esta pecadora del texto, además de sentir amor por Jesús, desafió el menosprecio de los discípulos varones y de sus prejuicios, expresando al maestro su agradecimiento por la salvación, el perdón y la paz que le daba gratuitamente.
Sin embargo, nada hace pensar esta interesada interpretación bíblica. Cuando Lucas cita a las mujeres que seguían a Jesús con los Doce, acaba de contar precisamente el episodio de una pecadora anónima (Lc 7, 36-49). Esto ha hecho que algunos exegetas antiguos hayan confundido a la pecadora “endemoniada”, con el texto inmediatamente posterior referido a la Magdalena. Es evidente que no se trata de la misma persona y, por consiguiente, María de Magdala no era esa mujer con marcado pecado sexual[2] que con posterioridad se ha querido ver e interpretar.
3.- El culto y sepulcros de María de Magdala
Según Saxer[3], existen en la actualidad tres, cuatro o incluso cinco cuerpos sepultados de María de Magdala: en Éfeso, en Simigaglia (Italia), en la ciudad francesa de Vézelay (a dónde había sido trasladada en el año 749), en San Juan de Letrán (Roma) y, por último, en Aix-en Provence (Francia). ¿Alguno de ellos es auténtico?. Según este investigador, si alguno lo fuera, sería el de Éfeso.
En la tradición ortodoxa de Oriente, el culto a María de Magdala comenzó en el siglo VI en Éfeso, donde se mostraba su tumba. Es el primer y más antiguo sepulcro de la Santa del que se tiene noticia.
En la tradición Católica de Occidente, San Gregorio Magno (540-604 d.C.) asimiló en una sola mujer a María de Magdala, a María de Betania y a María la Pecadora de los “siete demonios”, creando así una tradición confundida y centralizada en la Magdalena. Esta tradición fue rememorada por Beda el Venerable quien, en el año 720, fijó la fiesta de la Magdalena el 22 de julio. Esta creencia pervivió durante toda la Edad Media[4], porque se convirtió en un culto, el “culto a la Magdalena”, muy extendido hasta los siglos XVI-XVII, en los que empezó a decrecer, aunque subsiste todavía hoy, sobre todo en Saint-Baume, en la Provenza francesa.
4.- La leyenda de la Magdalena en el Sur de Francia
Jacobo de Vorágine (nacido en 1228), pretendiendo apoyarse en antiguos manuscritos, escribe una historia -de dudosa credibilidad- sobre María de Magdala (asimilada a María de Betania y a la Pecadora), así como el origen de su culto en el sur francés: “la familia de Lázaro era de la alta nobleza y dueña de la mayor parte de Jerusalén, de Betania y de “un fortín” en Magdala. Este fue asignado a María, y allí se entregó a la lujuria hasta su conversión por la intervención de Jesús. Más tarde, después de la muerte del Maestro, los infieles la pusieron en un barco sin timonel alguno, con su hermano, su hermana, Maximino (considerado como uno de los setenta y dos discípulos de Jesús de qe habla Lucas 10, 1-20) y otros, que tendría que haber naufragado, pero que milagrosamente llegó a Marsella[5]”.
También señala que Lázaro llegó a ser Obispo de Aix en-Provence, mientras que la Magdalena, después de haber convertido con su predicación a muchos habitantes de la región, se habría retirado a una gruta o cueva para llevar a cabo austeras penitencias.
La leyenda llegó a Vézelay gracias al conde Girart de Russilon, que hizo construir la magnífica basílica que allí existe y de la que aparece la Magdalena como titular desde 1054. El lugar fue objeto de una enorme devoción popular y de peregrinaciones acompañadas de milagros[6].
La leyenda era tan grande que no fue posible ya ponerla en duda. En 1517, Jacques Lefèvre D’Étaples, publicó “De Maria Magdalena et Triduo Chirsti disceptatio”, en la que afirmaba la existencia distinta de tres mujeres[7]. Levantó tal indignación que la Facultad de Teología de París, en 1521, juzgó peligrosa su enseñanza.
Desde entonces, la tradición de María Magdalena sigue vive en el Sur de Francia. La película “el código da Vinci” ha reavivado esta leyenda que, con poco fundamento y credibilidad histórica, mantiene viva la leyenda y el culto devocional.
Hoy en día, María Magdalena se ha convertido en un personaje popular, en el que algunos ven tres rostros de una misma mujer en distintos momentos de su conversión y tres figuras de la santa: la penitente, la contemplativa y la “feliz amantes de Jesús”.
La imagen tradicional más generalizada de la Magdalena ha sido la de pecadora convertida. En el imaginario cristiano, con una rica iconografía en la que aparece con cabellos largos y varios atributos (una cruz, una calavera, unos vasos con ungüentos o un sudario) ha quedado como la pecadora perdonada, un ejemplo para los que quieren apartarse del pecado o “no amor”.
[1] BROWN, R.E.; “La communauté du disciple
bien-aimé”, p. 210.
[3]SAXER,
V.; “Le culte de Merie-Madeleine en
Occident”, p. 234.
[6]
TUNC, S; Op. Cit. “También las mujeres
seguían a Jesús”, Sal Terrae, 35.p. 30.
[7]SAXER,
V.; Op. Cit. “Le culte de Merie-Madeleine
en Occident”, p. 5.
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