SIMBOLISMO DE LA CATEDRAL DE JACA

 Por: Álvaro López Asensio

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1.- LA CATEDRAL DE JACA: UNA ANTROPOLOGÍA CRISTIANA

Las iglesias románicas están hechas con sillares de piedra para hacerlos perdurables en el tiempo. A pesar de sus gruesos muros, la arquitectura siguió un proceso evolutivo de perfeccionamiento en busca de la altura y un poco más de luz tamizada, para conseguir el deseado recogimiento.

Para evitar que los muros macizos no sufrieran la presión y peso de los techos abovedados y arcos de crucería, muchos se hicieron de madera, lo que permitió elevar las naves y abrir más ventanas para ganar iluminación. Pero este sistema tenía algunos riesgos pues, con frecuencia, los templos sufrían incendios. La catedral de Jaca es un buen ejemplo de ello.

Visto desde fuera, el templo románico -con su cabecera, tejados, cúpula (si la hay)- nos recuerda a una montaña que debe ser ascendida como camino espiritual hacia el cielo donde está Dios. Este camino de ascensión espiritual se refleja también en la torre o espadaña. Esta construcción alude al eje que une el cielo y la tierra, pero firmemente asentado en la tierra. Convoca a la oración e invita a un comino de abajo hacia arriba: lo compacto de abajo se va espiritualizando[1]. Hay que señalar que la torre también expresa autoridad y poder.

Los templos románicos son también edificios de piedra labrada, cuyo ábside está orientado al Este geográfico y las portadas principales al Oeste. Este modelo obedece a que las personas entran al templo por la oscuridad del pecado (la puerta monumental y principal situada al Oeste geográfico) y se dirigen hacia el altar (situado al Este), lugar donde sale el sol que representa la luz de Cristo y su resurrección. El objetivo es que se siga un camino de cambio y transformación espiritual: entrar como pecador para alcanzar la conversión y la gloria de Dios en el altar, lugar donde se celebraba la eucaristía y la presencia de Cristo en medio de los fieles. Con Él y su comunión se fortalece la fe, se alcanza el perdón de los pecados y se restaura la amistad mediante la oración.

La característica arquitectónica más sobresaliente de la catedral jacetana es que la línea de orientación Este-Oeste tiene en cuenta el ciclo solar del equinoccio de primavera y otoño, donde el día y la noche tienen la misma franja horaria lumínica. Si la orientación del ábside coincide con el punto exacto de la salida del sol de los dos equinoccios, la de la entrada principal lo hace con el ocaso del sol de esas fechas.

Las iglesias y catedrales románicas que tienen claustro, integran la simbólica del cuadrado con la de la columna y el arco. En su espacio interior añaden, además, el árbol y, con frecuencia, un pozo con agua que invita a ascender del inframundo (el infierno y el demonio) hacia lo alto (el cielo donde está Dios), a través de lo terrenal (la boca del pozo).

Los capiteles y canecillos serán el punto de conexión entre el bien y el mal, entre lo terrestre y lo celeste, entre el pecado y el amor. Son elementos artísticos donde se plasma la rica simbología de la escultura y donde se expresan los vicios y  contradicciones humanas como conductas reprochables contrarias a la vida cristiana y, al mismo tiempo, perjudica la salvación eterna y la inmortalidad futura del alma en el cielo.

2.- LA CATEDRAL DE JACA: UN CAMINO INTERIOR

Siempre se ha dicho que la iconografía del románico es la Biblia en piedra. En efecto, la fe se hace arte en la escultura pétrea del románico y, aún me atrevería a decir que, el arte románico es un catecismo en piedra, especialmente en los capiteles, tímpanos de las portadas y canecillos de los aleros de las fachadas y tejados. Estas plataformas son verdaderos libros pétreos que relatan historias y transmiten mensajes a través de sus esculturas y representaciones abstractas y racionales.

Pero no sólo son formas de contar historias bíblicas, sino también reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, así como sus defectos y miserias para suscitar la regeneración y el necesario cambio moral (conciencia) y ético (comportamiento social) que le haga ser buen cristiano y buena persona. Se trataría de un camino espiritual de carácter ascensional que invita a dejar lo mundano para ascender hacia Dios. La fe es la adhesión por la que se alcanza esa regeneración interior, un cambio en el proyecto vital y personal.

Las aves que se representan en el románico y, muy especialmente las que se encuentran en la Catedral de Jaca, simbolizan claramente un camino ascensional. No ascendemos por nuestro esfuerzo sino porque nos dejamos llevar. Esta idea teológica se plasma en las imágenes de personas elevadas hacia el cielo por aves, generalmente águilas, a las que agarran con sus potentes garras par subirlas al al paraíso[2].

El reino animal también juega un papel importante en la catequesis del románico. Va a simbolizar el camino vital como lucha, sobre todo interior, entre el bien y el mal. También el mundo vegetal puede simbolizar esta complejidad y antagonismo dual de lo humano. Este itinerario está marcado por el pecado e innumerables obstáculos que impiden ir hacia Dios, el cual representa el buen camino.

El bestiario de capiteles y canecillos intenta mentalizar sobre los peligros que tienen los pecados capitales para la fe, representados por grotescas figuras humanas que han sido poseídas por el demonio y que el pecado-mal ridiculiza su silueta. También encontramos gran variedad de animales fantásticos, enredaderas vegetales y decoración simbólica que aluden a esa lucha interior entre el bien-mal que el románico tanto intenta sacralizar mediante la catequesis y enseñanza doctrinal.

En definitiva, el románico es el arte simbólico, esquemático y figurativo por excelencia. En él, no todo tiene la misma carga simbólica, ya que hay también didactismo moral y aspectos que despiertan la curiosidad. También hay pérdidas de expresividad que tienden a reconducir al simbolismo puramente ornamental y decorativo.

El románico desarrolla seis ideas-fuerza que, a nuestro modo de entender, resumen el mensaje cristiano del momento. Esta enseñanza se escenifica en todo el arte material y expresionismo simbólico que se desarrolla tanto en el interior, como en el exterior de los templos:

A.- Catequizar y enseñar que el Dios Trinitario (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y, al mismo tiempo, es todopoderoso y la garantía de salvación en la vida presente y futura.

B.- La lucha entre el bien (Dios-amor) y el mal (el diablo-pecado) que representa las dobles tendencias de los seres humanos. En el románico se enfatiza este camino de combate que, aunque influenciado por agentes externos, se acaba revelando siempre como lucha interior. Esta dualidad también se expresa con diferente vocabulario en el Nuevo Testamento: luz-tinieblas, oscuridad del pecado-luz del amor, corazón de carne-corazón de piedra, vida-muerte, mundo-cielo, invisible-visible, pecado-amor, hombre viejo-hombre nuevo, verdad-mentira, espíritu-carne.

C.- La lucha contra el pecado, la vida mundana, los vicios de este mundo y los pecados capitales. El objetivo es evitar que el pecado, entendido como el "no amor" de nuestras vidas, enfrente a la persona contra sí misma y la aleje de Dios y del bien.

D.- Un camino de transformación y regeneración interior que pretende subir y ascender hacia Dios: salir de las ataduras del pecado (el inframundo y lo terrenal) para alcanzar una vida de bien y amor por la fe en Dios (que está en lo alto, en el cielo) a través la celebración y vivencia de los sacramentos (el vehículo que nos ayuda a ascender hacia Dios).

E.- Este camino espiritual depende de una decisión básica: elegir a Dios para no dejarse atrapar y enredar por lo terrenal que ignora y niega lo trascendente: la presencia ignorada de Dios.

F.- Optar por Dios garantiza la salvación futura, la vida eterna y la inmortalidad del alma en el cielo, junto al amor de Dios.



[1] ETXEBERRIA, X.; “La espiritualidad en el románico”, Bilbao - Instituto Diocesano de Teología y Pastoral; Desclée De Brouwer, 2010, p. 19.

[2]  IBIDEM, p. 38.

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