“INTELIGENCIA
ESPIRITUAL”
NUEVO LIBRO
DE ÁLVARO LÓPEZ ASENSIO
El profesor, teólogo e historiador, Álvaro
López Asensio, acaba de publicar su nuevo libro “Inteligencia Espiritual”,
un ensayo que pretende que las personas vean su vida con los ojos de Dios y
desde el corazón, con el objetivo de pensar bien, ver bien, oír bien y hablar
bien.
En la actualidad, la
mayoría de pensadores, psicólogos, pedagogos y filósofos publican y opinan
sobre lo que denominan “inteligencia espiritual”, sin caer en la cuenta
de que, en realidad, están escribiendo y definiendo una “inteligencia
emocional” o “inteligencia existencial”.
La mayoría de estos
pensadores no inciden en el aspecto creyente-espiritual, sino en la necesidad
laica y secularizada de espiritualizar la vida “no creyente” al margen
de la fe y las creencias religiosas. Dicho de otra manera, pretenden sustituir
los argumentos y valores éticos de la “inteligencia emocional” para
llamarlos “inteligencia espiritual”, es decir, definir como espiritual
el mundo de las emociones con los enfoques, argumentos, terminología y
discursos de un “no creyente”.
Si buscamos “espiritualidad” en la filosofía, encontramos el problema de que no hay una unidad de acción y reacción para dar respuesta a las personas, sino que encontramos tantas teorías e hipótesis como filósofos hay, circunstancia que tiende a confundir y despistar la existencia humana. Pero dar respuesta al sentido a la vida es cosa que los filósofos han intentado siempre en vano, la filosofía no da respuesta al sentido ni a la resolución de los problemas, sino a razonar no sobre los acontecimientos vitales y emocionales de carácter personal, sino más bien sobre los fenómenos sociológicos y problemática social.
En la actualidad, hay un grupo muy numeroso de personas que buscan la “espiritualidad” en libros de autoayuda, como solución a sus problemas y para orientar sus vidas. Esta literatura está bien para descubrir las emociones y orientarlas hacia la resolución de problemas concretos; pero nada tienen que ver con el cambio del “corazón” que promueve la “inteligencia espiritual” cimentada en Dios. Este cambio hace que se entiendan los problemas, así como las causas que originan nuestros miedos, inseguridades y bajas autoestimas: el origen de muchos trastornos y enfermedades mentales. Los libros no cambian, orientan. La “espiritualidad” convierte y transforma el interior.
Lo mismo sucede con la tan de moda “inteligencia artificial”
(AI). Cada vez más personas preguntan a una máquina consejos para la vida o
para paliar su soledad y ansiedad. Esta forma de entender la “espiritualidad”
es un fraude, porque se busca contento de vivir en una realidad impersonal
donde no hay diálogo y encuentro recíproco; y donde no se puede discrepar si la
máquina se equivoca, que lo hace siempre cuando se reciben consejos
relacionados con las emociones humanas.
También es sorprendente que las personas utilicen aplicaciones de “inteligencia artificial” que simulan hablar con familiares difuntos con su misma voz, con amistades comprensivas que aconsejan sobre los problemas y acompañan en la soledad, relaciones de noviazgo a la carta con perfiles atractivos y rozando la perfección y, lo más sorprendente, plataformas para hablar con Dios. Todo esto se nos va de las manos porque, en el fondo, las personas buscan respuestas en cierta “espiritualidad” donde no la hay.
Cuando una persona escribe el guion de su vida, se convierte en el protagonista de sus decisiones y de su destino. El riesgo presente y futuro de la “inteligencia artificial” es que escribe el guion de nuestras vidas, anulando la capacidad humana de reaccionar en lo personal-emocional, así como caminar hacia lo “espiritual” que pretende sustituir.
Estos recursos ocasionan graves daños psicológicos ya que pueden crear una realidad virtual que impide que la persona supere el duelo post mortem, no quiera tener amigos porque hay uno virtual que le comprende, descarte tener noviazgo porque la tecnología le da cariño o no se necesite comunicar con otras personas y, lo más grave, deje de buscar a Dios en su interior porque crea que tiene hilo directo con Él a través de una falsa y ficticia “inteligencia espiritual”. Todo esto puede crear una gran dependencia de la que sea muy difícil salir, como ya ocurre con las adicciones a dispositivos tecnológicos y juegos telemáticos a los que ya hemos sucumbido.
Lo mismo sucede con todas las formas actuales de esoterismo: la brujería, los talismanes, las energías, las piedras, el tarot, los videntes, los médium, la astrología, la santería, etc. Las personas cada vez están más mediatizadas por lo supersticioso como forma de orientar el presente y conocer el futuro. Estas prácticas son igualmente peligrosas porque condicionan la libertad humana y sustituyen a Dios con falsas “espiritualidades”.
Hoy en día está de moda acudir al psicólogo o psiquiatra para cualquier problema de orientación. Hay dificultades vitales que las tenemos que caminar, asumir y resolver por nuestros propios medios sin necesidad de especialistas. La “inteligencia espiritual” es un buen pretexto para superar las ralladuras de cabeza, complejos, traumas, trastornos y desórdenes afectivos que tanto nos ocupan y preocupan. La “espiritualidad religiosa” favorece la necesaria serenidad y paz interior que ayude a superar la angustia, la ansiedad, los miedos y la soledad; así como entender para vencer el problema del dolor y muerte física, el vacío existencial, el sufrimiento por los problemas, los traumas y dificultades personales por muy duros que parezcan.
Por consiguiente, la “vida espiritual” consiste en la ruptura personal y existencial de todo lo que implique el “no amor”, para caminar por una vida conforme a los postulados del “amor” y el perdón, que consisten, entre otras actitudes humanas, en pensar bien, oír bien, ver bien y hablar bien. Ello sólo es posible si hay un cambio interior fruto de un encuentro y experiencia personal con Dios, el cual toca el “corazón”, seduce la “inteligencia” y transforma la totalidad de la persona. La “inteligencia emocional” no suscita cambio, sino que apacigua puntual y momentáneamente la ansiedad y el sufrimiento.
La “inteligencia espiritual” no consiste en actuar de diferente manera, sino “Ser” de diferente manera, pues si se es de diferente manera, también se actúa de diferente manera. El “no creyente” ve el mundo con los ojos de la razón y desde la libertad de su conciencia. El creyente –a través de la “inteligencia espiritual”- ve el mundo y las personas con los ojos de Dios, es decir, con “amor” y “perdón”. El creyente relativiza la ideología política, origen del desprecio, la venganza y el odio hacia el que piensa de diferente manera. Si la ideología enseña a odiar y al “no amor”, es mejor apartarse de ella para caminar hacia el “amor”.
Conviene destacar que la fe hace libre a la persona porque le
ayuda a aceptar o rechazar a Dios después de intentar conocerlo o entenderlo.
No creer hace que las personas sean esclavas de sí mismas porque se cierran al
conocimiento de Dios. La “espiritualidad” favorece que la persona busque
“a Dios” como respuesta del sentido último de la vida, y “en Dios”
como vivificador y estabilizador emocional, afectivo y sensorial; algo que
nunca consigue la “inteligencia emocional”.
Comentarios
Publicar un comentario