JUDIOS
Y CRISTIANOS: SUPERACIÓN DE DIFERENCIAS
Por:
Álvaro López Asensio
Página
web: www.alopezasen.com
1.- ENTENDIMIENTO Y CONCORDIA
Con la luna llena de marzo, judíos y cristianos celebramos las fiestas de Pascua. Los judíos Pesaj (Pascua judía) y los cristianos la Semana Santa. Ambas festividades deben ser el mejor pretexto y nexo de unión, concordia y entendimiento para superar las dificultadas que nos separan y que nos impiden caminar juntos hacia Dios; todos somos hijos de un mismo Padre y, por consiguiente, hermanos en la fe.
Atrás deben quedar los infundios de cristianos contra los judíos y viceversa. El recelo mutuo todavía existe. La animadversión de antaño no ha muerto. Ante esta situación, judíos y cristianos debemos unirnos en el amor. Unos y otros hemos sido perseguidores y perseguidos, ofensores y ofendidos; por ello, se impone el perdón que tanto anuncian los libros sagrados. Debemos recordar los tristes episodios de reproches, para conformar un futuro de caridad, con el fin de evitar que el odio se apodere de nuestros corazones.
Los escritores cristianos han despreciado, en general, al judaísmo. Los judíos, por su parte, han detestado también al cristianismo. Unos y otros se encontraron ante el paganismo en activo proselitismo y, a veces, frente a frente en polémicas estériles; de este modo se iban haciendo fuertes en sus posiciones y abriendo una brecha cada vez más honda en el plan de Dios.
Israel, Pueblo elegido, no admitió confusión de razas y naciones; nació así el odio y la animadversión. Más tarde el cristianismo se identifica con el poder temporal, desde Constantino (siglo IV), y hace uso del brazo secular en la presión de herejes y cismáticos, paganos y judíos. Prevalece la ley del más fuerte.
Judíos y cristianos han seguido el camino de prejuicios, desconocimientos, odio y sangre, con vencedor y vencido durante siglos. Ambas comunidades han estado a la greña en el pasado y ha ganado siempre el más fuerte. Pero sería tonto preguntarnos quién tiró la primera piedra o quién hizo más daño.
No debemos engendrar más odio y protagonizar más sufrimiento como signos de muerte. Ante unos y otros debemos superar esta historia que nos llena de vergüenza, con la esperanza de que nos enseñe la forma de comportarnos en el futuro, aprender del pasado para entendernos mejor en el futuro. Es preferible olvidar el pasado y edificar el futuro sobre bases más firmes y humanas.
Isaac Jules ha escrito que el antijudaísmo de los cristianos y el anticristianismo de los judíos son igualmente ofensivos para Dios[1]. También se pregunta: Entre la boca que ultraja y la mano que hiere, ¿Quién es más responsable?
2.- LOS JUDÍOS EN EL CONCILIO VATICANO II
El concilio Vaticano II (1959-1964) no sólo insufló un espíritu nuevo en la visión que tenía la Iglesia Católica con respecto a los judíos, sino que reconoce los valores positivos de todas las religiones o confesiones cristianas, reconoce su culpa en la separación y busca la unión fraternal de los humanos como preparación para que intervenga Dios.
Cristianos y judíos, confiesa el concilio, están unidos en el misterio del Israel de Dios; el Antiguo Testamento, con su doctrina teológica y moral, es patrimonio común de ambos. Queramos o no, somos injerto en tronco hebreo, del que proceden Jesús, María, los Apóstoles y primeros predicadores del Evangelio. Los judíos, afirma el concilio, son queridos de Dios y cumplen una misión divina en el mundo hasta que lleguemos todos a la plenitud del fin.
El concilio nos exhorta a adoptar una postura fraternal con los judíos. Los estudios teológicos y bíblicos pueden ser objeto de colaboración y vínculo de amor. Luego nos aconseja que no repitamos más la acusación milenaria, fatal y absurda del deicidio: Jesús de Nazareth ha muerto voluntariamente y ha muerto por todos los hombres. La cruz ha de ser la fuente del amor. Precisamente este amor de Jesucristo a todos los hombres hace al concilio reprobar y deplorar toda clase de persecuciones contra el Pueblo judío, el odio y manifestaciones de antijudaísmo.
El concilio ha abierto una nueva era
en las relaciones entre judíos y cristianos; cesen los odios, las guerras, los
prejuicios, las venganzas, los fanatismos religiosos.
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