SIMBOLOGÍA BÍBLICA
Por:
Álvaro López Asensio
Página
web: www.alopezasen.com
Tanto los libros de la Biblia hebrea (Tanak), como la Católica o Protestante (los mismos que la hebrea) emplean elementos como el agua, el aceite, el perfume, el vino, el trigo y el pan, la piedra, la roca, el polvo, que tienen la significación permanente de su simbolismo.
1.- La lluvia: Para los hebreos hay una analogía entre la lluvia y la palabra de Dios: por su situación geográfica, la Tierra Prometida depende enteramente de la lluvia. Este inconveniente material ocasiona una ventaja espiritual: la necesidad de Dios. Israel necesita a Dios como la misma lluvia, por eso la lluvia simboliza la dependencia total al amor de Dios. La libertad de la lluvia recuerda la libertad de su palabra: “Yahvé vendrá como la lluvia, como lluvia tardía que riega la tierra” (Os 6, 3).
2.- El vino: Desde el episodio de Melquisedech, rey de Salem, que ofreció a Abraham pan y vino (Gen 14, 18), el vino y el pan o el trigo, tienen en los texto bíblicos una significación mística. También se compara a Israel con una viña. “La viña de Yahvé Sebaot es la casa de Israel” (Is 5, 7).
El vino es una imagen del Espíritu, de la vida espiritual que es amor: “Bésame con besos de su boca. Son tus amores más suaves que el vino” dice la esposa del Cantar de los Cantares (1, 2). En el Nuevo Testamento, la renovación anunciada de la vida espiritual se compara al vino nuevo, que no hay que poner en odres viejos (Mt 9, 17).
3.- El aceite: El oro líquido representa también algo del espíritu. Es el sacramento de la unción de los reyes en Israel: “Cogió Samuel una redoma de óleo, la vertió sobre la cabeza de Saúl y le besó diciendo: Yahvé te unge por príncipe de su heredad… El espíritu de Yahvé se apoderará de ti y profetizarás con ellos y te transformarás en otro hombre… En cuanto volvió Saúl las espaldas para apartarse de Samuel, se sintió otro…, y le arrebató el espíritu de Dios y se puso a profetizar…” (1Sam 10).
4.- El perfume: En el Antiguo Testamento el papel de los perfumes va unido a esta significación del aceite. La unción proporciona unos dones de fuerza y de inteligencia al rey que lo recibe.
Los perfumes que se queman unen la significación del aceite a la del fuego; el perfume de agradable olor sube en la oblación y retorna a Dios “Séate mi oración como incienso ante ti, y el alzar a ti mis manos como oblación vespertina” (Sal 142, 2).
5.- El pan y el trigo: Ambos desempeñan un papel de primer orden tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento cristiano. Hay que notar que la consagración que la consagración que el Nuevo Testamento efectúa del pan eucarístico y del vino, que es símbolo de la sangre derramada, está ampliamente preparada por todo el Antiguo Testamento. Toda la tradición del Antiguo permitía a los oyentes de Jesús dar a las palabras su sentido pleno: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6, 35); “Yo soy el pan bajado del cielo” (Jn 6, 41); “Yo soy el pan vivo” (Jn 6, 51). Estas afirmaciones son portadoras de un sentido eucarístico: Que Jesús mismo es el verdadero pan (Jn 6, 32), que es alimento, que este don que Él hace es el alimento que producirá la vida en las personas. El vino significa el amor que ha vertido su sangre.
6.- La sal: ¿Qué significa la sal?. El amor de las personas, la caridad con que acompaña su oblación: “A toda oblación que presentes le pondrás sal; no dejarás que a tu ofrenda le falte la sal de la Alianza de Yahvé; en todas sus ofrendas ofrecerás sal” (Lev 2, 13).
7.- El fuego: En la Biblia es el amor de Dios, de su celo y también de su cólera: “Porque Yahvé, tu Dios, es fuego abrasador, es un Dios celoso” (Dt 4, 24).
El fuego es lo que purifica y lo que consume las impurezas: “La luz de Israel se convertirá en fuego, y su Santo en llama, para quemar y devorar en un solo día sus cardos y sus espinas” (Is 10, 17). Por consiguiente, el amor de Dios es exigente, Él es un Dios fuerte, un Dios vivo; el fuego que no deja subsistir más que lo incorruptible y que anonada todo lo perecedero, es su signo.
En el Nuevo Testamento vemos que Jesús tiene como misión avivar el fuego de vida regeneradora, y que destruye lo que no podría participar de la vida incorruptible: “Yo he venido a echar fuego en la tierra y ¿qué he de querer sino que se encienda?” (Lc 12, 49). Por eso, al bajar el Espíritu Santo sobre los discípulos se manifiesta mediante “lenguas de fuego” (Hech 2, 3). Cuando el Nuevo Testamento dice que “Dios es amor” no quiere significar otra cosa sino lo que el Antiguo hacía presentando al Señor como un fuego.
8.- La piedra: El Decálogo (las diez palabras como se dice en el judaísmo) que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí, fue grabado en piedra (Ex 34, 1ss). La piedra resiste el paso del tiempo. Por tanto, sirve de memoria y soporte para la transcripción de los grandes hitos que han marcado la historia.
Pero la piedra también contiene un notable poder de fuego. Es al hacer fricción con piedras entre sí, que surge una chispa de fuego. Implícitamente, el autor del libro del Éxodo sugiere que la palabra grabada en la piedra contiene un fuego descendido del cielo; este fuego calienta, pero también quema lo que está muerto. Acercarse a la palabra de Dios es acercarse al fuego. El yugo de los mandamientos grabado (harut en hebreo) en la piedra puede volverse soportable porque la Ley es la fuente de la libertad (herut en hebreo).
Un detalle merece destacarse. El altar de los santuarios bíblicos se construía con piedras vivas, que no eran talladas. Para cortar piedras es necesario utilizar hierro, símbolo ancestral de la muerte. Al contrario, en el altar estaba la bendición que es la vida que iba a descender. Por eso Josué (Jos 8,30-35) y Elías (1Re 18, 30) eligieron piedras vivas para construir sus altares. Por tanto, se puede hacer referencia a Dios como la Roca de Israel. La imagen no ofende a nadie, y significa la fuerza y la confianza que se debe depositar en Él.
9.- El polvo: Para el pensamiento hebreo, el polvo es la imagen misma de la muerte; es el resultado de la disgregación, un objeto de horror y de abominación. Podría decirse que era sacramento de luto: en las grandes catástrofes, en señal de aficción, los judíos se cubrían la cabeza con polvo (Jos 7, 6; Neh 9, 1; Job 16, 15; Amos 2, 7).
La muerte, que nos espera, que nos habita, es esta potencia que tenemos de volver a ser polvo: “Hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás” (Gen 3, 19; Eccl 3, 19, Sal 103, 14).
10.-
La tierra:
La tierra –al igual que el polvo de la tierra- es frecuentemente empleada para
significar el infierno, el sheol que está
en las profundidades de la tierra y donde moran los refraim o muertos: “Todos los
que me abandonan serán inscritos en la tierra” (Jer 17, 13).
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