DEBORA:
UNA HISTORIA DE GUERRA EN ISRAEL
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1.- EL RELATO BÍBLICO DE DÉBORA
El canto de Débora es considerado un poema de victoria militar situado históricamente en el período de los jueces de Israel. La narración sobre esta juez y profetisa se localiza en los capítulos 4 y 5, y supone un hito poco tratado sobre el papel de las mujeres en la Biblia como formidables estrategas que conducen igualmente a la historia de la salvación del pueblo hebreo. Por ello, Débora es considerada madre de Israel junto con un elenco de mujeres que saben estar en el lugar y en el momento adecuados.
Según se leen los dos capítulos mencionados del Libro de Jueces, hay una clara distinción entre los dos y es importante. El capítulo 4 es una narración en prosa en la que se nos describe que durante veinte años Yabín, rey de Canaán, entronizado en la legendaria ciudad de Hazor, cuyo general, Sírasa, oprimía a Israel. Este general también tenía una ciudad especial, Joroset Goyín, la “Floresta de los Paganos” por la diversidad de población que tenía esta ciudad cananea situada a la entrada del monte Carmelo.
Durante este tiempo, o durante una parte de él, vivió la profetisa y juez Débora, casada con Lapidot. Residía entre Ramá y Betel, en el monte de Efraín. Conmovida por la miserable condición de Israel, incita a una rebelión, por lo que envía a buscar a Barac, hijo de Abinoam, a Cades de Neftalí, y le ordena que reúna diez mil soldados de Neftalí y Zabulón y los concentre en el monte Tabor, la montaña en el ángulo norte de la gran llanura de Esdrelón.
Al mismo tiempo, afirma que atraerá a Sísara al río Quisón. Barac se niega a ir sin la profetisa. Débora consiente, pero declara que la gloria de la victoria pertenecerá a una mujer, porque una mujer capturará a Sísara. Barac reúne diez mil soldados y llega al monte Tabor.
Tan pronto como la noticia de la rebelión llega a Sísara, recoge novecientos carros de hierro y una multitud de personas. Se libra una batalla y Sísara es completamente derrotado. Él mismo escapa a pie, mientras que su ejército es perseguido hasta Jaroset, su ciudad, y destruido, sin que quede ni un solo hombre.
Sísara pasa por delante de la tienda de Yael, que le llama y se acuesta a descansar. Pide un trago, ella le da leche y mientras él duerme, ella le mata con un martillo al atravesar la sien con un clavo de los que se suelen utilizar para plantar las jaimas o tiendas. Cuando Barac, persiguiéndolo, pasa por delante de la tienda, ella le muestra al general muerto. La narración se cierra con la afirmación de que a partir de entonces el poder de Yabín disminuyó hasta que finalmente fue destruido.
La literatura rabínica tiene algo más que decir alrededor de la figura de Débora. Ella es considerada una de las grandes siete profetisas que Dios levantó en Israel junto a Sara, Miriam, Ana, Abigail, Hulda y Esther.
2.- LA BATALLA Y EL CANTO DE DÉBORA
Estrechamente relacionado con esta juez y profetisa se localiza uno de los poemas más afamados del mundo bíblico. En el libro de los Jueces 5, el cántico de victoria militar atribuido a Débora suele ser considerado por la mayoría de los especialistas una composición genuina a su tiempo, a pesar de que el texto masorético tuvo que ajustar los materiales recibidos de la tradición oral, pues no sigue una métrica fija.
No pueden faltar los milagros en estos acontecimientos bíblicos. Varios comentarios de los sabios de Israel indican que gracias a los méritos de Débora y Barac (Seder Eliahu Rabbá 12) se produjo una fundamental: el sol se detuvo y la noche se convirtió en día. En ese momento, hasta seis milagros se dieron y el campamento de Israel pedía a Débora que no cesara de rezar. De esta manera venció Barac y su ejército se repartió el botín de guerra.
El acontecimiento de la paralización del sol se asoció directamente con Josué 10 13 (anterior a la juez) y también las estrellas se unieron para derrotar a Sísara pues son los soldados del Señor de los Ejércitos en clave interpretativa de Israel. Todos los aspectos de la creación se unen al servicio de Dios
Débora y Barak recitaron la oración del Hallel o las alabanzas después de ver los milagros que Dios realizó a su favor. El Hallel incluye el Salmo 115, 1: “No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a tu nombre, glorifica por amor a tu amor y a tu fidelidad”, y el espíritu de inspiración divina con (Is 48, 111): “Por amor a mí, por amor a mí, por amor a mí, actuó”. Desde entonces, se estableció en Israel el recitado del Hallel cuando hay un acontecimiento importante y en cada desgracia que venga sobre el mundo; también cuando son redimidos, lo recitan para su salvación y agradecimiento (Talmud de Babilona, Pesahim 117a)
Suele darse una gran pedagogía en la historia de Israel, especialmente en los momentos en los que su existencia llega al límite. El midrás (el género exegético de enseñanza) explica que Débora usó su canción para educar a Israel a caminar en los caminos del Señor. Esta noción viene reforzada por el hecho de que también existían grandes líderes femeninas junto a sus equivalentes masculinos. La composición de cantos de victoria militar caía en las mujeres y nadie lo cuestiona.
De hecho era y es habitual que sean las mujeres las que salen a recibir a los héroes victoriosos cuando llegan a las ciudades, costumbre que también se observa en otras naciones. Junto a Débora se encuentra otro canto al mismo nivel, el de Miriam en (Éxodo 15).
Al igual que sus
contrapartes masculinos, estas mujeres, incluidas las matriarcas, tienen un
estatus importante como estrategas, profetisas y consejeras en asuntos de política
y de la nación. La voz poética de Débora en combinación con la brutalidad de
Yael en la forma de dar muerte a Sísara no hace más que destacar la fuerza de
un tiempo donde hombres y mujeres debían cumplir unidos con la promesa de la
redención en la Tierra Prometida.
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