LA CONVERSIÓN EN
EL ISRAEL BÍBLICO
(Página web: www.alopezasen.com)
1.- EL PECADO EN EL JUDAÍSMO
El pecado en la Biblia es esencialmente una falta y una manera de causar daño[1]. Las Sagradas Escrituras consideran que el pecado no sólo es una falta o trasgresión contra Dios y contra lo que Dios exige de la persona, sino incluso un atentado contra la relación de ambos, una desobediencia, una ofensa, una ruptura, un incumplimiento de los mandamientos dados a Moisés para establecer el Pacto de la Alianza en el monte Sinaí: “Tú serás mi pueblo, yo seré tu Dios” (Ex 34, 10-28).
El Pueblo de Israel tomó conciencia de la realidad de pecado en la época profético-monárquica (del 1000 al 332 a.C.), cuyo concepto está vinculado directamente a la noción de justicia y salvación personal. Los profetas llaman pecado a todo lo que la persona hace en contra de la voluntad de Dios. Por el contrario, justicia o Çedaqa será todo comportamiento que mantiene la relación con Dios. El movimiento profético[2] hace hincapié en la necesidad de practicar las buenas obras que Dios manda hacia el prójimo; solo así la vida estará llena de sus bendiciones.
También hay que destacar la relación existente entre el pecado y la muerte. Ambas realidades se sitúan en el estrato personal, donde nace la decisión libre de la persona de elegir el camino de Dios (la vida) o seguir por el camino del pecado (la muerte). La opción de ir contra Dios (pecado) lleva implícita una recusación de la vida (muerte) por parte de la misma persona. Pecado y muerte son dos aspectos de esa única realidad, que es el misterio del mal.
En
resumen, mientras que en el Antiguo Testamento el pecado se concibe como una
transgresión hacia Dios y hacia la relación interpersonal con las demás personas;
en el Nuevo Testamento se entiende como una falta de fe, una carencia de
respuesta a Dios y al amor que se plasma en los hermanos.
2.- EL AMOR BÍBLICO AL PRÓJIMO
La
Biblia hebrea o Tanak da mucha importancia
a la hermandad como signo identificativo de la condición humana. Muchos de sus
textos enseñan que el primero y principal mandato de Dios es el que se recoge
en el decálogo de los Diez Mandamientos de la Ley de Moisés: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Lev 19, 17 ss.), incluso al extranjero (Lev 19, 34), al enemigo (Ex 23, 4ss;
Prov 25, 21 ss.) o al señor de esclavos (Ex 21, 5). El amor se proyecta hacia
el otro, hasta llegar a una solidaridad completa (Dt 15, 12-18; 23, 16 ss.). La
Biblia nos invita, en todo momento, a superar nuestro orgullo y amor propio
como tentación peligrosa de infidelidad al amor que Dios nos tiene.
Además del mandato singular del amor al prójimo, en la Ley de Santidad bíblica (recogida en la literatura sapiencial) Dios rechaza “sembrar discordia entre hermanos” (Prov 6, 19), ya que la persona tiene que vivir reconciliado con el hermano si quiere obtener la bendición de Dios (Sal 133). La persona se destruye si no supera el odio y la venganza. Cuando guardamos rencor a alguien o tenemos un resentimiento hacia otra persona, somos nosotros los únicos perjudicados, los únicos que sufrimos, los únicos lastimados que nos causamos daño. La falta de perdón es capaz de enfermarnos, envenenarnos y volvernos malos. Cuando uno odia a su enemigo, pasa a depender de él. Aunque no quiera, se ata a él, queda sujeto a la tortura de su recuerdo y al suplicio de su presencia. Toda persona se equivoca si no progresa en la superación del odio y la venganza.
Sólo
siguiendo ese camino no se perderá en el laberinto de sus afectos y relaciones
interpersonales negativas. La persona es un ser llamado a la hermandad, no sólo
con sus semejantes, sino con toda la humanidad y todos los pueblos de la tierra.
Dios deja muy claro cuál debe ser la dirección de la persona con los
semejantes: el amor y el perdón es el objetivo y la meta.
3.- LA PAZ BÍBLICA: SHALÓM
Por Paz bíblica se entiende el estado de bienestar que el hombre alcanza cuando vive en armonía con la naturaleza, consigo mismo, con el prójimo y con Dios. Puede significar también una realidad llena de vida, una plenitud, un logro, la perfección, la victoria, la unanimidad y el gozo.
Pero no es fácil alcanzarla, supone una tensión y sólo se obtiene después de haber superado dificultades. Por ello, nunca es capitulación, neutralidad, pacifismo, fácil conciliación, compromiso; sino que llega como victoria, como la perfecta maduración de la vida, como el éxito, la plenitud, la bendición, la gloria, la riqueza, la salud, la vitalidad y la fecundidad. La paz es el fruto y el signo de la justicia (Sal 37, 11, 37) que da la vida. Veamos algunos enfoques bíblicos para comprender todo esto:
- La
palabra hebrea Shalam significa paz
en el sentido de: realizar, cumplir, llevar a cabo, terminar: (Gen 15, 16; 1Re
7, 51; 2Cro 8, 16; Neh 5, 15; Jer 13, 19).
· - Del
mismo radical procede el adjetivo Shalom,
que sirve para calificar la paz como aquello que está entero, intacto, íntegro,
exacto: (Dt 25, 15; 27, 6; I Re 6, 7; Neh 1, 12). Incluso se aplica
frecuentemente a la buena salud, al vigor físico, a la integridad del cuerpo y
a su plena vitalidad: (Gn 29, 6; 33, 18; 2 Sam 20, 9; 2 Re 4, 26; Is 57, 18-19;
Sal 38, 4). En su totalidad, esta salud o salvación es la prosperidad y
felicidad perfecta, lo que la Biblia expresa en términos de bendición (Nm 6,
26; Dt 29, 18; Is 52, 7; Ez 34, 25; Prov 3, 2).
·- La
palabra Shalom expresa también la
paz-prosperidad que garantiza la seguridad vital: (Lev 26, 16; Is 26, 3; Job
21, 9; Sal 69, 23; 119; 165).
·- También Shalom será el acuerdo, la concordia, la armonía y felicidad que supone las buenas relaciones entre Dios y las personas: (1 Re 8, 61; 11, 4; Prov 16, 7; 17, 1; Job 22, 21).
La Paz bíblica no puede existir al margen del derecho, de la justicia o Çedaqa, de la Ley de Moisés recogida en la Torá, y de las exigencias de Dios. Todas estas palabras se encuentran frecuentemente asociadas y relacionadas entre sí: (Is 32, 17-18; 43, 18; 54, 13-14; 60, 17; Sal 72, 3, 7; 85, 11; Prov 12, 20).
Los personajes de la Biblia utilizaron el término Shalom como saludo, pudiéndose traducir como vete en paz y la paz sea contigo (Gn 37, 14; 1 Sam 1, 17; 17, 18; 20, 21, 42; 2 Sam 11, 7; 18, 28-29; 2 Re 5, 21; 9, 11, 17, 23, 31; 1Cro 12, 18). Como en aquellos tiempos, también hoy los judíos la utilizan para saludar, siendo un equivalente a nuestra expresión buenos días o salud.
La
Paz es el término bíblico que mejor expresa el éxito de la Alianza entre Dios y
su Pueblo en el monte Sinaí, es decir, el gozo de una buena situación de salud
y felicidad para el cuerpo, el corazón y el propio yo personal (Is 57, 18; Sal
38, 3). También manifiesta las buenas relaciones que deben existir entre las
naciones y entre las propias personas (Jue 4, 7; 1Cro 12, 17); así como la
salvación en el sentido más amplio de la palabra (Jer 29, 11). Todo ello supone
una comunión perfecta con Dios.
4.- CONVERSIÓN-RECONCILIACIÓN EN LA BIBLIA
El movimiento profético (del 1000 al 332 a.C.) centra su mensaje en la conversión, expresión que proviene de la palabra hebrea Shuv (volver) y con dos significados muy parecidos:
·- El
sustantivo teshuvá indica vuelta,
cambio de dirección (una rotación de 180 grados), inversión del camino,
etc. La conversión hace que el hombre
deje de ser espectador y pase a ser actor de su propio cambio interior. La
persona se pone de pie y se pregunta: ¿qué estoy haciendo en este estado?
·- Shuv significa más bien responder. La persona responde a Dios convirtiéndose con él, por él y en él; es lo que en griego se denomina metanoeo (metanoia) o cambio de opinión, reflexión.
Para el profeta Oseas, la conversión de las personas pone de manifiesto la ternura de Dios cuando exclama: “vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque has tropezado en tu iniquidad. Preparad las palabras que debéis decir y volveos al Señor y decidle: aleja toda iniquidad; acepta lo que está bien y te ofreceremos el fruto de nuestros labios” (Os 14, 2-3).
También el Salmista dice al respecto: “se recordarán y volverán al Señor todos los confines de la tierra, se postrarán delante de él todas las familias de los pueblos” (Sal 22, 28). El autor del libro de las Lamentaciones invita a que “examinemos nuestra conducta y escrutémosla, volvamos al Señor” (Lam 3, 40). Incluso rabí Aquiba (martirizado por los romanos en el año 135 de la Era cristiana) afirma que la mano derecha de Dios está siempre tendida para acoger cada día a los arrepentidos, y dice: “volved, hijos del hombre” (Sal 90, 3).
Los judíos tienen unas fiestas estrechamente relacionadas con la conversión personal y colectiva[3]: la fiesta del Rosh-ha Sahná (Año Nuevo) y el Yom Kippur (Día de la expiación de los pecados):
En la fiesta del Rosh-ha Shaná o año nuevo se hace el Tashlih (que significa “arrojar”). Se busca la orilla de un río y se lee al profeta Miqueas: “El volverá a tener misericordia de nosotros y aplastará nuestros pecados. Tu arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados” (Mq 7, 19). A continuación se arrojan simbólicamente los propios pecados al agua para que se purifiquen.
A la fiesta también se la conoce como el Día del Juicio, ya que tanto hombres como mujeres seremos convocados el día del juicio final para que el Juez divino nos examine de nuestras acciones. El toque del Shofar (cuerno de carnero sagrado) tiene el poder, como dice el Talmud, de hacer que Dios se levante del trono de la justicia para sentarse en el de la misericordia.
El
día del Kippur está consagrado íntegramente
al ayuno. En este “Día Yahvéh”
perdona todos los pecados cometidos contra él (pecados personales) y contra los
demás (pecados sociales o colectivos). El perdón se hace efectivo si la persona
se reconcilia consigo misma, y con el prójimo a quien ofendió.
[1] Para comprender
mejor el significado de pecado, debemos tener en cuenta las siguientes palabras
sinónimas que utiliza a menudo la Biblia hebrea: falta, infidelidad,
desobediencia, abandono, perfidia, fraude, mentira, injusticia, injuria,
violencia, iniquidad, perversidad, desorden, trasgresión, desviación,
perdición, negativa, rebelión, impiedad, idolatría, adulterio, prostitución,
mancha, abominación.
[3] El profeta Ezequiel presenta en (Ez 18, 5-9) un pequeño catálogo de virtudes altruistas relacionadas con el binomio caridad-comportamiento: “El que sea justo y haga juicio y justicia, no banquetee por los montes y no alce sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, no manche a la mujer de su prójimo... y no oprima a nadie, y devuelva al deudor su prenda, no robe y dé pan al hambriento y vestido al desnudo, no dé a logro ni reciba a usura, retraiga su mano del mal y haga juicio de verdad entre hombre y hombre, camine en mis mandatos y guarde mis leyes obrando rectamente, ése es justo, vivirá, dice Yahvé”. Es interesante observar que ya hace su aparición la virtud positiva de la caridad: dar pan al hambriento y vestido al desnudo.
[3] LOPEZ ASENSIO, A.; Op. Cit. “La judería de Calatayud”, p. 271 y 281.
Comentarios
Publicar un comentario