LA EDUCACIÓN EN LAS JUDERÍAS DE
SEFARAD
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1.- EL HOGAR Y LA FAMILIA: LA PRIMERA ESCUELA
La identidad de un pueblo se transmite de generación en generación a través de la herencia cultural, moral y existencial que se transmite de maestros a discípulos, de padres a hijos, de unos judíos a otros en cadena ininterrumpida. Una inadecuada transmisión de los valores amenazaría con extinguir a cualquier pueblo, incluido al hebreo.
La casa materna ha sido para el mundo judío el primer y principal vehículo de transmisión de los valores religiosos y culturales. En (Prov.1, 8) se aconseja: "escucha, hijo mio, las amonestaciones de tu padre y no desdeñes las enseñanzas de tu madre". Educar y criar a los hijos (más que enseñarles un medio para ganarse la vida) constituye para el judío una jinuj o consagración, que incluye[1]:
A.- Inculcar los valores morales y
éticos de la herencia judía.
B.- Fomentar la observancia de los
mandamientos de la Torá.
C.- Transmitir el conocimiento de la
Torá, del Talmud y de las tradiciones rabínicas.
D.- Crear un poderoso sentimiento de identidad judía.
En la Edad Media, la familia era la célula social por excelencia. El término familia equivalía al de casa: comenzar una familia era sinónimo de abrir una casa. La educación familiar era totalmente integral, donde el niño crecía física, intelectual y espiritualmente. El “Shuljan Aruj” señala como principales deberes de la familia y los padres para con los hijos[2]:
A.- La obligación de satisfacer las
necesidades físicas de los hijos hasta su emancipación.
B.- Los hijos han de ser educados en
el conocimiento de las leyes de Dios y en el amor al prójimo.
C.- El padre ha de enseñar a los
hijos a decir la verdad y a ser respetuosos con la sinagoga.
D.- Los padres no deben practicar el
castigo.
E.- Todo padre está obligado a
enseñar a su hijo la Torá (Dt 11,19).
2.- LA MIQRA O ENSEÑANZA ELEMENTAL
El niño comenzaba su vida escolar aproximadamente a los cinco años (Pirque Avot 5,21). Neuman escribió que "la finalidad de la educación (judía) era ilustrar la inteligencia, formar el carácter y preparar el alma para su definitiva unión con Dios[3]".
En la escuela elemental o heder se limitaba a veinticinco el número de alumnos que podía tener un maestro de parvulario, pudiendo llegar hasta cuarenta si disponía de un ayudante. En este ciclo se aprendía a leer y escribir correctamente, se enseñaban los libros de rezos piados[4], se introducía en los veinticuatro libros de la Sagrada Escritura, en tradición rabínica[5] y en las siguientes materias del saber[6]:
A.- Las cinco ciencias de la
sabiduría bíblica: aritmética, geometría, música, astronomía y lógica.
B.- Las ciencias de las cosas
creadas y el método de su creación. Este grupo incluye tanto los principios
generales de la física como las cinco disciplinas básicas: mineralogía,
botánica, zoología, fisiología y psicología.
C.- La ciencia humana y la ciencia
de gobierno: antropología, economía y política.
D.- La ciencia divina, que los
sabios gentiles (no judíos) denominaron: la ciencia de las ciencias. En ella se
incluye la tradición, la cábala, la metafísica y la teología.
F.- El contenido pedagógico que se
impartía era muy similar al método hermenéutico del Trivium y Quatrivium de las escuelas cristianas. El método escolástico que utilizaron las escuelas
elementales no universitarias era el Trivium
(que consistía en el desarrollo integral de tres asignaturas que ayudaban al
conocimiento volitivo de la persona: Gramática, Dialéctica y retórica) y el Quatrivium (las cuatro asignaturas que
desarrollaban la formación de la persona en el conocimiento de las cosas:
Aritmética, Música, Geometría y Astronomía).
3.- LA MISHNÁ O ENSEÑANZA SECUNDARIA
El niño judío comenzaba el segundo ciclo de enseñanza o mishná (repetición) a los diez años, donde se procuraba formarle en las explicaciones de la Torá y Sagradas Escrituras. Cada versículo de la Torá era comentado no sólo desde el punto de vista exegético, sino incluso cultural e histórico, con ejemplos de la misma tradición recogida en el Talmud y la Misná.
Los niños aprendían de memoria la
cronología del pueblo hebreo y según avanzaban en la enseñanza religiosa y
legal estudiaban también fisiología, zoología, botánica, medicina, agricultura
y arquitectura, además de unos sólidos fundamentos morales.
4.- EL MIDRASH O ENSEÑANZA SUPERIOR
El ciclo de educación secundaria finalizaba cuando se acercaba la ceremonia social de la mayoría de edad judía (bar misvah), establecida para los varones a partir de los 13 años y para las mujeres a los 12 años. Durante un corto espacio de tiempo los niños judíos eran preparados para esta ceremonia en la "bet ha-Sefer" (sinagoga entendida como “casa del libro o enseñanza”).
Pasado este rito de la mayoría de edad, el neófito se incorporaba a la "bet ha-midrás" o academia sinagogal, denominadas popularmente en Calatayud "madrassas"”. También algunas "hevrás" o cofradías tuvieron en sus respectivas sedes sociales lugares habilitados para el estudio de la Torá y el Talmud.
Los judíos acudían con frecuencia a las “madrassas” para profundizar en sus estudios bíblicos y rabínicos. La palabra madrassa proviene de los vocablos hebreos midrás (que significa desarrollo y profundización de la Torá) y midrasim (que son los que estudian en los conocimientos y textos de la Torá). La palabra madrassa habría que entenderla como un sinónimo de "Bet ha-midrás", es decir, escuela superior donde se estudian las Sagradas Escrituras y se profundiza en los legalismos talmúdicos y rabínicos.
El judío que se descuidaba y no asistía asiduamente era amonestado[7] por el rabino, su director espiritual. La Misná destaca que "hay cuatro tipos entre aquellos que frecuentan la escuela: el que va pero no cumple, tiene la recompensa de ir; el que cumple pero va, tiene la recompensa de las obras; el que va y cumple, es el hombre piadoso; el que no va y no cumple, es el hombre impío" (Ab 5,14).
La inquisición intentó siempre perseguir la actividad pedagógica de las madrassas porque las consideraban centros de identidad religiosa. Uno de estos intentos ocurrió en 1326, cuando el Obispo de Tarazona y el inquisidor de Calatayud solicitaron al Rey que destruyera dos de las más prestigiosas madrassas bilbilitanas[8] porque la aljama acogió a un judío que había ayudado a una conversa francesa a volver al judaísmo, estando condenado él y su hija.
El rey de Aragón, Jaime II, anuló este propósito en una misiva dirigida al inquisidor de Calatayud: "... siendo, por tanto, nuestra voluntad conservar la dicha aljama, en tanto en cuanto sea posible sin disgusto a los ojos de dios, os rogamos que, por consideración a nos y siempre que ello sea posble sin lesionar vuestra concienca y vuestro deber,... ceséis al presente de proclamar que las madrassas deben ser destruídas[9]". Las penas que la iglesia impuso a la aljama fueron finalmente conmutadas por fuertes multas, pagadas al tesoro real (febrero de 1327).
Como ya sabemos, la aljama judía de Calatayud fue la segunda en importancia del reino, inmediatamente después que la zaragozana, con la que también pudo competir cultural y espiritualmente. El gran pensador, jurista e historiador Rabí Ishaq Bar Séset Perfet afirma en sus responsa que estuvo a punto de cambiar su puesto de rabino de Zaragoza por el de Calatayud (Séset, responsa l, 192), posiblemente atraído por la fama de su erudición talmúdica (Simón Durán, responsa II, 129).
A partir de 1480 se estableció como
rabino en Calatayud, proveniente de Zaragoza, el filósofo y escritor Rabí Ishaq
Arama, quien llegó a decir en el prólogo de su obra "Aquedat Ishaq" (el sacrificio de Isaac) que la aljama
bilbilitana era una "gran aljama de
hombres nobles, sensatos y selectos”. Precisamente este alto grado de
preparación hizo que fuera, durante el siglo XV, un referente e importante
centro del saber rabínico y exegético[10].
5.- EL MAESTRO Y LA ENSEÑANZA
A.- Los sacerdotes y levitas fueron
durante siglos los encargados de enseñar, tanto a jóvenes como adultos la
liturgia y el servicio religioso del Templo de Jerusalén:
B.- Después serán los sabios y
profetas los que trasmitan la Ley al pueblo, instruyéndoles en alguna práctica
de la vida cotidiana.
C.- Mas tarde, ya en época
helenística, se impuso la figura del maestro y su escuela.
D.- Durante la Edad Media el maestro de primeras letras llegó a tener tanta o más influencia en la comunidad que el rabino, alcanzando una alta posición social.
La figura del maestro ha sido desde siempre respetada, admirada y considerada por todos los judíos. Tenía plena libertad para ejercer su actividad docente, aunque podía ser destituido por ignorancia, incompetencia o por propagar una falsa doctrina[11].
Un pedagogo judío de Barcelona, Yosef ben Yehudá Aknín, habla en sus escritos de las cualidades que eran necesarias para ser un buen maestro[12]:
A.- Que domine bien la materia que
ha de enseñar.
B.- Que demuestre por qué utiliza su
saber.
C.- Que imparta la enseñanza
gratuitamente.
D.- Que trate al alumno como a un
hijo y le tenga como a tal.
F.- Que conduzca al alumno por el
camino recto.
G.- Que sea paciente, tenga buena
disposición y amabilidad.
H.- Que tenga presente la capacidad y la inteligencia del alumno.
No se puede considerar maestro aquel
que prohíbe el deshonor pero lo practica, como sucede con aquellos que
advierten contra las malas costumbres pero las adoptan. Por lo tanto, el
judaísmo entiende que un profesor no solamente debe impartir sus conocimientos,
sino también llevarlos a la práctica con rectitud y ejemplo de vida.
6.- LOS DEBERES DEL ALUMNO
En la Edad Media los pedagogos judíos Profiat Durán y Yosef ben Yehudá Aknín definieron cuáles debían ser los deberes y obligaciones de los alumnos en la escuela[13]:
A.- Conservar el cuerpo y el alma
puros.
B.- No avergonzarse de mostrar
ignorancia.
C.- No distinguirse por tener
material de estudio, sino ser igual que los otros y, sobre todo, ser amante de
la sabiduría.
D.- Iniciar los estudios aprendiendo
los elementos básicos de las ciencias.
E.- Esforzarse en el estudio global
de la ciencia.
F.- Aprovechar cada momento para
aprender.
G.- Ha de procurar sabiduría, no
para enriquecerse sino para encontrar conocimiento.
H.- Procurar profundizar en el saber
de buenas escuelas y maestros de buen renombre.
I.- Honrar a su educador más que a
su propio padre.
J.- El camino de la sabiduría se
fundamenta en la plegaria. Hay que rezar a Dios para que conceda el
conocimiento y la sabiduría.
7.- La educación de la mujer en el judaísmo
A.- El historiador judío Flavio Josefo describió a la perfección cuál era el papel de la mujer de su tiempo (siglo l de nuestra Era): “La mujer, dice la Ley, es en todo inferior al hombre. Por eso será sumisa al mismo nivel no para humillarse, sino para recibir orientación[14]”.
B.- A partir de la diáspora, la educación de la mujer se definía según el concepto que se tenía de ella y en base a lo que prescribía la Torá[15]. Se puede decir que su posición dentro de la sociedad dependía del “status” de su familia y de si se casaba o no. Siguiendo el modelo descrito en el libro de los proverbios[16], desde niña era preparada para realizar los trabajos propios de una buena esposa (hilar, tejer, coser, cocinar, labores domésticas, etc.). La sola realización de las labores del hogar ya implicaba un alto conocimiento de la Ley y de las prescripciones rituales contenidas en la tradición rabínica: La menstruación, las relaciones sexuales, el parto, los baños rituales, la luz de las velas del shabat, entre otras.
C.- Pero las niñas también recibieron enseñanza elemental en las escuelas femeninas de la aljama hasta su mayoría de edad. Incluso varios rabinos llegaron a decir que sus primeros y mejores profesores fueron sus madres. Hasta tal punto llegaron a jugar un papel preponderante en la educación medieval, que asumieron el difícil papel de animar a sus hijos y marido al estudio, ofreciendo incluso hospitalidad gratuita a los escolares pobres.
D.- Como conclusión se podría decir
que las madres judías sostenían con su vocación pedagógica los cimientos
educativos del hogar, transmitiendo no sólo las recomendaciones éticas y
morales contenidas en la Ley, sino también la modestia, las buenas maneras, la
piedad y la caridad.
[1] BONNIM, P.; “Sangre judía”, p. 58.
[2] MIRO MONTOLIU, Y.;
“Historia de la Educación...”, p. 40
[3] NENUMAN, A.;
"Los judíos...", tomo II,
p. 71
[4] Uno de los libros
piadosos más leídos por los judíos aragoneses, además de otros libros de rezos
y breviarios, era el populoso "Macellum".
El Papa Benedicto XIII, en su Bula “Doctoris
Gentium” obligó en 1415 a que "de
aquí en adelante no pueda ningún judío leer, oír ni conversar aquel librillo,
intitulado entre ellos "Macellum", compuesto, según se afirma, para
afrenta de Nuestro Redentor; y el que tal hiciere, sea por tal hecho tenido
como convento de blasfemia y castigado por ende. Y lo mismo juzgamos de aquel
que osare retener algún libro, breviario, o escrito, que contenga maldiciones,
vituperios contra Nuestro Salvador Jesucristo..."
[5] La Misná (Ab,
5,21) establece las siguientes fases pedagógicas: "puede estudiar la
Escritura a los cinco años, la Misná a los diez, el Talmud a los quince y se
puede casas a partir de los dieciocho; a los veinte está pronto para los
trabajos, a los treinta tiene el vigor, a los cuarenta la inteligencia, a los
cincuenta el consejo, a los sesenta la ancianidad (rabínica), a los setenta la
vejez (cabellos blancos), a los ochenta la edad avanzada, a los noventa se
encorva, a los cien está como si estuviese muerto, fuera y ausente del mundo".
[6] BARON, S.; “Historia social y religiosa del pueblo judío”.
p. 38.1149
[7] BAER, Y.; "Historia de los judíos en la España
Cristiana" p. 347. En la casa
del notable médico bilbilitano don Trodoz Iben David se hospedó hacia 1380 el
célebre rabino mallorquín, Rabí Yoná Desmaestre, quien en una ocasión le dijo:
"Don Trodoz, he soñado que te decía:
fija unas horas determinadas para el estudio de la Torá, pues ni no lo haces,
te anatematizaré". El médico agachó la cabeza ante la amenaza del
celoso rabino y le pidió que le levantara el anatema, como así hizo al final, tras
reunirse con los rabinos de la academia.
[8] BAER, Y.; “Historia de los judíos en la España cristiana”, p. 316
[9] BAER, Y.; Op. Cit. “Historia
de los judíos en la España cristiana”, p. 316. "...Quocirca ipsam
alhiamam, in quantum sine Dei displicentia fieri valeat, conservare volentes,
vos rogamus, quatenus ob nostram reverenciam, si aliquatenus fieri poterit sine
consciencie vestre lesione et sine honere vestro,... supersedeatis ad presens
circa pronuciandum, quod dicti midasses diruantur".
[10] BAER, Y.; “Historia de los judíos en la Corona de
Aragón”, p. 163
[11] MYERS, E.; “La educación...”. p. 36.
[12] MIRO MONTOLIU, Y.;
“Historia de la Educación...”, p. 59
[13] ABRAHAMS, Y.; “Jewish life in the Middle Age”, p. 355
[14] BARON, S.; Op. Cit. “Historia
social...”, p. 35
[15] “Tener una hija es para el padre un secreto
desvelo, aleja el sueño la inquietud por ella. En su juventud, miedo a que se
le pase la edad, si está casada, a que sea aborrecida. Cuando virgen, no sea
mancillada y en la casa paterna quede encinta. Cuando casada, a que sea infiel,
cohabitando, a que sea estéril. Sobre la hija desenvuelta refuerza la
vigilancia, no sea que te haga la irrisión de tus enemigos, comidilla en la
ciudad, corrillos en el pueblo, y ante el vulgo espeso te avergüence. De ningún
hombre te quedes mirando la belleza, y entre mujeres no te sientes. Porque de
los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia femenina. Vale más
maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergüenza y oprobio”
(Sabid. 42, 9-14).
[16] “Una mujer fuerte, ¿quién la encontrará? Es
mucho más valiosa que las perlas. En ella confía el corazón de su marido, y no
será sin provecho. Le produce el bien, no el mal, todos los días de su vida. Se
busca lana y lino y lo trabaja con manos diligentes. Es como nave de mercader
que de lejos trae su provisión. Se levanta cuando aún es de noche da de comer a
sus domésticos y órdenes a su servidumbre...” (Prov.
31, 10-15).
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