LA RESURRECCIÓN EN LA TRADICIÓN BÍBLICA Y EN EL JUDAÍSMO

 Por: Álvaro López Asensio

Página web: www.alopezasen.com

 

1.- LOS DATOS DE LAS RELIGIONES DEL ANTIGUO ORIENTE

Las personas del antiguo Oriente ha observado en la naturaleza dos tipos de fenómenos que se siguen con una alternancia cíclica y que pueden ser simbólicamente traducidos en términos de vida y muerte

A.- El fenómeno de los astros que desaparecen y vuelven a aparecer a intervalos regulares.

B.- El fenómeno de la naturaleza que muere en otoño para revivir en primavera.


A partir de estas observaciones fundamentales, estos pueblos que siguen el ciclo de los astros y viven al ritmo de la naturaleza, han tratado de integrarlas e interpretarlas por medio de sus mitologías. El mito es un intento de traducir y explicar los diversos aspectos de la existencia humana no por medio de análisis abstractos, sino de relatos ejemplares.

No se puede encontrar un modelo o patrón único del dios que muere y resucita (contra la escuela escandinava y anglosajona de la historia de las religiones), pero encontramos diversos mitos: En Egipto, Osiris es un dios que muere pero resucita diariamente en su hijo Horus. En Canaan, se celebraba la muerte de Baal con grandes lamentos, según los textos de Ugarit. Aunque no se habla del retorno de Baal del lugar de la muerte, parece que los textos lo implican. De la misma manera, en Babilonia en la fiesta del nuevo año (akitou) s e conmemora la muerte de Marduk y aunque explícitamente no conservamos textos de su retorno a la vida, las fiestas y las alegrías ligadas al tema de la fecundidad lo hacen suponer.

Es necesario observar que en estos mitos no se traspone una experiencia humana sino un fenómeno cósmico. Las personas han percibido una analogía entre la experiencia de la muerte y la pérdida de vida que se observa en la naturaleza. Los dioses de la naturaleza deben de experimentar lo que la persona al morir. También ellos van al lugar de la muerte (el Arallou babilónio, el Sheol hebreo, el Hades griego). Pero el retorno de la vida es algo a lo que no responde una experiencia humana. Nunca se afirma que las personas muertas retornen del lugar de la muerte. Tampoco se hace ninguna promesa de resurrección para la persona que participa en la resurrección de la divinidad.


2.- LA FE EN LA RESURRECCIÓN, EN LA TRADICIÓN BÍBLICA

A.- Yahvéh Señor de la vida y de la muerte

La religión de Israel ha sido una desmitologización radical del mundo politeísta. Yahvé es un Dios único, que no depende de nadie, Señor de la historia y de la creación entera. Él es Señor de la vida y de la muerte: “Yahvéh da muerte y da vida, hace bajar al Sheol y retornar” (1Sam 2, 6).

Los conceptos de vida y muerte en Israel no quedan encerrados en el horizonte biológico. Vida es tener salud, vigor, bendiciones, felicidad, alegría, fecundidad, abundancia de días, el favor de Dios… Muerte es impotencia, enfermedad, inseguridad, castigos de Dios, tristeza, caducidad, hambre, sueño, abatimiento, etc.

La existencia de la persona es una lucha constante entre las fuerzas de la muerte que le arrastran hacia el Sheol y la vida que es un don del Espíritu de Dios. El Sheol es un lugar subterráneo, de silencio y oscuridad y polvo. Allí se conserva un resto de existencia que no merece ser llamado vida. Sus moradores son llamados “refraim” (sombras). Es el lugar del sueño o sopor, de inactividad total donde no se puede alabar a Dios. Es lo contrario al reino de la vida de Dios.

Sólo Dios puede hacer descender a la persona al Sheol y sacarlo de él. La vida es un don de Dios. La muerte se debe a la culpa de la persona y es castigo de Dios. Sólo dios puede liberar del Sheol, de la enfermedad, de la muerte.

Pero, la persona está finalmente destinado a la muerte. Dios retira su aliento. “Tú los arrastrarás al polvo a los hombres, diciendo: retornad, hijos de Adam… Tú los arrastras, no son más que un sueño, como la hierba que a la mañana brota; por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca” (Sal 90, 3-5). “Todos hemos de morir; como el agua que se derrama en tierra no se vuelve a recoger, así Dios no vuelve a conceder la vida” (2Sam 14, 14).

B.- La fe en la resurrección individual

Entre los siglos séptimo y sexto antes de nuestra Era, aparecen en Israel rasgos claros de una fe en la resurrección. El profeta Daniel es el primer testimonio indiscutible de la creencia en la resurrección. Se está hablando del “tiempo del fin”. Entonces: el pueblo (los inscritos en el libro de la vida) se salvará, y muchos de los muertos resucitarán: “En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos aquellos que se encuentren inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra (Sheol) se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno” (Dn 12, 1-3).

Se hablará sólo de los pertenecientes al Pueblo elegido. Y se puede interpretar de dos maneras:

A.- resucitarán todos (muchos) unos para vida eterna y otros para horror eterno.

B.- Más probable es que se hable solamente de la resurrección de los justos: muchos (los justos) resucitarán para vida eterna. Los demás están condenados a pudrirse sin fin sobre la tierra probando el asco de todos.


3.- LA FE EN LA RESURRECCIÓN EN EL JUDAÍSMO EN TIEMPOS DE JESÚS

No es fácil describir las creencias del Pueblo judío sobre la vida futura, en tiempos de Jesús. Las concepciones de la vida futura no son uniformes sino variadas y algunas veces incontrolables. Señalemos algunos datos:

A.- En los ambientes saduceos en donde se seguía una línea tradicional, se rechazaba la idea de la resurrección como una innovación en desacuerdo con la Torá (No olvidemos que los libros 2macabeos y Sabiduría son apócrifos para el judaísmo).

B.- En los ambientes esenios del monasterio de Qumrán no se han conservado textos que hablen explícitamente de la resurrección. Sin embargo, según algunos especialistas algunos pasajes hablan probablemente de una entrada en un universo transformado.

C.- En los ambientes fariseos y en la mentalidad más popular se cree en la resurrección aunque de formas muy variadas y a veces confusas. Era necesario armonizar la venida del reino mesiánico davídico y la resurrección de los muertos.

D.- En los ambientes apocalípticos se habla de la resurrección final aunque con diferencias notables: sobre el lugar (resurrección en la tierra, en la tierra transformada, en el paraíso); sobre el tiempo (antes del tiempo mesiánico, en el tiempo mesiánico de este “eón”, en una vida eterna); sobre la forma (con un cuerpo restaurado, con un cuerpo transformado, sin cuerpo).

E.- La idea de una resurrección se alejaba de la antigua concepción del Sheol. El hecho de que los saduceos la rechazaran nos indica que se trataba de una fe nueva en Israel. Sin embargo, cada vez se afirma con más claridad que Dios, Señor de la vida y de la muerte, no puede cumplir sus promesas y hacer triunfar su juicio en el mundo sino resucitando a las personas. Esta esperanza de que Dios resucitará al fin de los tiempos a los muertos no es sino consecuencia de su fe en el poderío de Dios sobre la muerte y su fidelidad a las personas y a sus promesas de salvación.


4.- LA PREDICIACIÓN DE JESÚS SOBRE SU PROPIA RESURRECCIÓN

Vamos a trazar brevemente qué datos nos ofrece la tradición evangélica sobre la predicación de Jesús acerca de su propia resurrección.

A.- La predicación sobre la resurrección de los muertos. Jesús ha compartido la esperanza en la resurrección de la mayoría de sus contemporáneos. Empleando una terminología muy cercana a escritos apocalípticos como “Las parábolas de Enoch”, habla de una resurrección de los muertos en el mundo futuro (Mt 8,11-12; Mt 24, 30-31; Lc 20, 34-36).

B.- La esperanza de Jesús en su propia resurrección. Jesús ha hablado también de su propia resurrección. Hubiera sido extraño que hablando de la resurrección de los justos, Jesús que se sentía ligado a Dios de una manera especial, no hubiera hablado de su propia resurrección.

C.- Jesús, al anunciar a sus discípulos el fracaso y la muerte que le esperan, afirma, al mismo tiempo, su fe inquebrantable en su propia resurrección. Más concretamente, la tradición sinóptica nos dice que espera “resucitar al tercer día” (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 34). La expresión “al tercer día” (Os 6, 2) ya en tiempos de Jesús era no un dato cronológico sino una fórmula convencional para hablar del “día de la resurrección”. Jesús afirma que va a la muerte, pero no para fracasar sino para alcanzar el “mundo futuro” en el que resucitará glorioso. Solamente a partir de las cristofanías del Resucitado, han comprendido los discípulos que “el tercer día” se había ya realizado para Jesús.

D.- Jesús ha expresado su esperanza de compartir con los suyos la Pascua eterna en el Reino de Dios.Yo os aseguro que ya no beberé del fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el Reino de Dios” (Mc 14, 25). “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no comeré más hasta que halle su cumplimento en el Reino de Dios. Y tomando una copa dio gracias y dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros porque os digo que a partir de este momento, no beberé del fruto de la vida hasta que llegue el Reino de Dios” (Lc 22, 15-18).

E.- Jesús espera ser introducido desde el momento de su muerte en el Paraíso que, según la concepción del “libro de Enoch”, es el lugar donde las almas de los justos esperan la resurrección final. “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43).

F.- Jesús ha expresado una confianza filial total en Dios que lo librará de la muerte y se ha aplicado personalmente los textos en los que el judaísmo de su tiempo leía la doctrina de la resurrección. Pero lo que queda claro es que sus discípulos no han comprendido sus palabras como la promesa de una resurrección que ocurriría “al tercer día” de su muerte. El relato de la pasión no ofrece indicios de esta esperanza ni en los discípulos que lo abandonan, ni en las mujeres que van al sepulcro y son las primeras testigos de la resurrección.

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