EVOLUCIÓN DEL ANTISEMITISMO
EN LA CORONA DE ARAGÓN
Por: Álvaro López Asensio
Página web: www. alopezasen.com
Cuando (entre los siglos XI y XII)
los reyes de Aragón van conquistando
la mayor parte del Norte de Al-Ándalus (llamado Marca Superior), los
judíos prefieren quedarse en sus lugares de residencia y no emigrar a las
tierras del Sur islámico, como así hicieron la mayoría de los intelectuales,
aristócratas y burguesía adinerada musulmana (sólo quedaron los asalariados y
labradores con propiedades y explotaciones agropecuarias). Las causas por las
que no emigraron habría que buscarlas en el respeto a sus usos y costumbres,
así como a los numerosos privilegios socio-económicos que los reyes les
concedían, prerrogativas que en Al-Ándalus les negaban por entonces.
En efecto, la legislación era, en
ese momento, muy condescendiente para con los judíos en los primitivos núcleos
hispano-cristianos; no sólo porque se garantizaba el derecho a la propiedad
privada, sino incluso, porque se equiparaba en casi todo la condición jurídica
de judíos y cristianos.
Las principales ciudades
conquistadas por los cristianos durante el primer tercio del siglo XII (como
Zaragoza, Calatayud, Daroca, Tarazona, Borja, entre otras), junto con el
territorio del principado de Cataluña, incrementaron notablemente la población
hebrea gracias a la fuerte emigración proveniente de Al-Ándalus[1].
Recordemos que los almorávides (1102-1145) y almohades (1147-1212) les
perseguían y maltrataban desde todas las instancias de poder, como ya hemos visto ut supra[2].
El rey Jaime I conquistó las Islas Baleares entre 1229-1231 y
estableció su capital en Mallorca. En 1238 hizo lo mismo con Valencia. El
conquistador instituyó ambos territorios como reinos dependientes de su Corona,
conjuntamente al reino de Aragón y el principado de Cataluña.
Esta
expansión territorial hizo que, a lo largo del siglo XIII, se
visualice la participación, cada vez más activa, de los judíos tanto en la vida
económica como política (interna y externa) de la Corona aragonesa. Su
importancia en ese momento radicaba, precisamente, en el papel de enlace
cultural, social y económico entre Al-Ándalus y los nuevos territorios
cristianos.
El protagonismo judío en las
cuestiones de Estado despertó el recelo de muchos cristianos, que consideraban
exagerado el status que disfrutaban
algunos judíos. Esta situación se trunca en 1283, cuando se prohíbe
definitivamente que ejerzan cargos públicos[3]
en los territorios de la Corona. A partir de entonces quedaron reducidos a ser
una mera fuente económica.
Hasta el siglo XIV, los judíos de la
Corona de Aragón jugaron un papel importante en la vida de todo el territorio.
Su integración política, cultural y económica fue la más completa de la Europa
cristiana medieval. Pero esta misma integración exacerbó la animosidad contra
ellos. Hasta el XIV pudieron ampararse en la protección que el rey les
dispensaba porque eran de su propiedad. El muto interés acercó a unos y a otro.
Una alianza tácita en beneficio mutuo de ambas partes hizo de los territorios
de la Corona un lugar seguro que les ofrecía un futuro halagüeño.
A pesar de esta protección real (desde el siglo XII hasta
mediados del XIV), los
cristianos y judíos no vivieron en un plano de igualdad ni tuvieron una
convivencia pacífica como actualmente se nos quiere hacer creer por intereses
políticos o sociales, sino que más bien coexistieron forzados a respetarse en
lo profesional y tolerarse en lo personal, religioso y organizativo.
Todo cambió en el siglo XIV. La
campaña antijudía orquestada por misioneros fanáticos y rivales políticos tuvo
resultados desastrosos para los judíos. Las agresiones, la legislación hostil y
el creciente número de conversiones al cristianismo vinieron a perturbar la
seguridad del judaísmo de la Corona de Aragón. Todos los ataques fueron locales
y la monarquía los resolvió antes de que se extendieran a otras zonas. A este
tipo pertenece el movimiento de los Pastoureaux
que vertió su violencia en el Norte de Aragón entre los años 1320-1321, así
como el ataque que sufrió la judería de Gerona en 1331. La Peste Negra se cobró
muchas víctimas judías en todo el territorio. En los pogrom de 1391 fueron asesinados muchos judíos y desparecieron
varias juderías catalanas, valencianas y mallorquinas.
Todo este cúmulo de circunstancias
hizo que, durante el XIV, el antijudaísmo tomara cuerpo en la sociedad de los
territorios de la Corona. Poco a poco se puso de manifiesto que las relaciones
entre judíos y cristianos no eran en modo alguno simétricas, pues una de ellas
llevaba claramente la iniciativa y la otra se encontraba a la defensiva[4].
Por tanto, había un grupo perseguidor (los cristianos) y un grupo perseguido
(los judíos). No obstante, los judíos lograron coexistir a duras penas con el resto de
comunidades socio religiosas (cristiana y musulmana).
En efecto, la sociedad cristiana aragonesa sintió cierto
recelo y envidia de los judíos por su alto nivel de vida y su probada cultura.
Este alto nivel socio-económico-cultural propició que los principales
estamentos sociales cristianos (nobleza, aristocracia, burguesía y pueblo
llano) dependieran económicamente de ellos, ya que recurrían con frecuencia a
sus préstamos para sanear sus maltrechas y obsoletas haciendas y negocios. Esta
dependencia económica les dio cierto poder y superioridad sobre los cristianos.
La envidia será una de las principales causas que determinó el intenso
antisemitismo y odio que soportaron durante los siglos XIV y XV.
A mediados del XIV, todos los
Estados y reinos europeos (incluido el aragonés) experimentaron, además de una
profunda crisis socio-económica, terribles epidemias de mortandad y guerras
intestinas. La causa más fácil era achacar estos males a los judíos, ya que
reunían las condiciones más propicias para desempeñar el papel de chivos
expiatorios, convirtiéndose así en el “enemigo imaginario” de los cristianos.
A comienzos del siglo XV, las
juderías vivieron situaciones de precariedad socio-económica porque aparecieron
contra ellas las fuerzas de poder que hasta entonces habían actuado
aisladamente:
- Las fuerzas socio-económicas
cristianas estaban supeditadas al poder económico de los judíos y a la usura en
los préstamos que les procuraban. Esto generó desconfianzas hacia los judíos
con medidas antijudías muchas veces radicales.
- Las fuerzas políticas concretadas en
el “Ordenamiento sobre el encerramiento
de los judíos” vigente en Castilla y que, con la entronización de la
dinastía castellana en Aragón con Fernando de Antequera (año 1412), se puso en
funcionamiento[5].
- Las fuerzas religiosas de la Iglesia
que agitaba el antijudaísmo para convertir a los judíos y enfrentarlos a la
sociedad cristiana. En efecto, el antijudaísmo alcanzó su máxima agresividad
con la Disputa de Tortosa convocada por el papa Luna. La principal consecuencia
de su celebración fue la conversión en masa de multitud de judíos aragoneses y
la desaparición de varias juderías pequeñas.
El fenómeno de las conversiones
cambió por completo el enfoque de los cristianos hacia los judíos. Poco a poco,
la antigua animadversión de los cristianos hacia los judíos decreció en favor
de los judeo-conversos, de tal manera, que el grupo de cristianos viejos se
convirtió en el agresor y el grupo de nuevos conversos en el agredido. El
antijudaísmo pasó a un segundo plano. En torno a este problema se creó la
Inquisición y surgió el concepto de “limpieza de sangre”.
En otro orden de cosas, la
jerarquía eclesiástica nunca fue sensible a la condición social de los judíos.
A partir del siglo XIII, la iglesia decretó las primeras medidas antijudías en
sus concilios y sínodos provinciales o diocesanos. Este posicionamiento irá
calando poco a poco en la sociedad cristiana aragonesa, hasta tal punto, que a
mediados del siglo XIV cambió la visión social que se tenía de ellos. El
impulso de la inquisición en la cristiandad, los préstamos y usuras abusivas
que aplicaban sin escrúpulos, la creencia de que las epidemias de peste que
vivió la sociedad aragonesa a mediados de esa centuria, la política real de
concesiones de ciertos privilegios de reducción de tributos ordinarios, entre
otras causas, propició el sucesivo debilitamiento de las juderías aragonesas
durante todo el siglo XV, además de resurgir con fuerza un odio visceral y una feroz
persecución hacia ellos que, a principios de esta centuria, alcanzó su máxima
virulencia.
Los judíos experimentaron contradicciones antagónicas y
desconcertantes: del respeto a la matanza; de la esperanza al miedo; de la miseria
a la fortuna; de la influencia cultural y científica más activa a la más
absoluta marginación y al desprecio vejatorio.
[1] Con la invasión
Almohade de Al-Ándalus (año 1048) los judíos emigran
a los reinos cristianos del Norte huyendo de la política antijudía que
impusieron. En el año 1290 los judíos son expulsados de Inglaterra, lo que hizo
que alguno emigrara a Aragón. En el año 1306 los judíos son expulsados de
Francia, siendo el reino de Aragón el más beneficiado. En el año 1328, el rey
aragonés Alfonso IV acoge a judíos inmigrantes de Navarra, por las revueltas
dinásticas que se sucedían en ese reino. En año 1380 hay matanzas de judíos de
Francia que se extienden hasta 1382, los reinos de Aragón y Navarra se
benefician una vez más los movimientos migratorios provocados por estos
acontecimientos. En el año 1391 comienza el gran progrom contra los judíos en varias ciudades como Sevilla, Valencia
y Barcelona. Las juderías aragonesas no se ven tan afectadas, por lo que acogen
a judíos que huyen de dichas persecuciones.
[2] VÉASE EL CAPÍTULO: (5.2.- CONDICIÓN SOCIAL DE LOS JUDÍOS EN AL-ÁNDALUS).
[3] CASANOVAS MIRÓ, J.;
Op. Cit. “Aspectos
cotidianos de la relación entre judíos y cristianos. La imagen que del judío
tiene el cristiano”, p. 101.
[4] VALDEÓN BARUQUE, J.; “Motivaciones socioeconómicas de las
fricciones entre viejo cristianos judíos y conversos”, en Judíos,
sefarditas, conversos. La expulsión de 1492 y sus consecuencias,
Valladolid, 1995, p. 70.
[5] PILES RIOS, L.;
“Situación económica de las aljamas aragonesas a comienzos del siglo XV”, en Sefarad X (1950), p. 73ss.
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