LOS ANGELES Y SATÁN EN LA BIBLIA
1.- SATÁN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El nombre de Satán (adversario en hebreo) o del diablo (calumniador en griego) designa a un ser personal, pero cuya acción o influencia maléfica se manifiesta en la actividad de otros seres: espíritus impuros, demonios, belzebú, etc.
En el libro del Génesis sólo se habla de la serpiente como una criatura de Dios “como todas las otras" (Gn 3, 1). Sin embargo, está dotada de una ciencia y habilidad que supera a la del resto de seres vivos. Desde su entra en escena, se la presenta como el enemigo de la naturaleza humana. Envidiosa de la felicidad de las personas (Sab 2, 24), llega a sus fines utilizando ya las armas que serán siempre las suyas: “el más astuto de todos los animales de los campos” (Gn 3, 1), seductora (Gn 3, 13) y mentirosa.
Más tarde, el maligno aparece con el nombre de Satán. Se trata de un adversario de Dios, pero no como un príncipe malo que va contra Él. Este último concepto se desarrolló en el judaísmo tardío y se asoció con la figura del diablo, con las malas inclinaciones y con el ángel de la muerte, es decir, tiene un carácter pronunciadamente malo, un acusador de las personas ante Dios. No se narra nada que recuerde su caída del cielo pues, de ser así, no podría acusar. Él trata ante todo de entorpecer la relación entre Dios e Israel, pero también de separar a las demás personas de Dios.
En los escritos de la comunidad judía de Qunrán aparece Belial como nombre del espíritu malo (de Satanás), es decir, Dios creó dos espíritus: el espíritu de la luz (ángel) y el de las tinieblas (Belial). Este último es el ángel de la enemistad que vive en los corazones de los hijos de las tinieblas. Pero Dios conserva a los suyos, a las personas piadosas. Belial y sus partidarios son maldecidos y anatematizados.
2.- SATÁN EN EL TALMUD
En el tratado Nedarim del Talmud
(Capítulo
4, 32b, 1) se dice textualmente sobre Satanás: “Las letras
del término Satán [ haSatan ] en valor numérico
son 364, lo que equivale al
número de días del año, excepto Yom Kippur, durante el cual no tiene poder. Y Rami bar Abba dijo: Está escrito “Abram”, y
después de que se le ordenó realizar la circuncisión está escrito “Abraham” ( Génesis 17:5 ). Inicialmente, el Santo, Bendito sea Él, lo entronizó como
gobernante sobre 243 miembros,
que es el equivalente numérico de las letras de la palabra “Abram”. Y al final, después de ser
circuncidado, lo entronizó como
gobernante sobre 248 miembros,
que es el equivalente numérico de las letras de la palabra Abraham”.
De un modo breve y conciso, el Talmud judío describe la actividad de Satán: “baja y seduce, sube y acusa, asume plenos podres y toma el alma” (bBB 16ª). En ocasiones, también aparece el nombre de Belzebú (estiércol en griego) como señor del sacrificio a los ídolos, a otros dioses.
Es evidente que cuando se redactó este tratado (a partir del siglo II d.C,) la figura y existencia de Satanás estaba muy presente en el judaísmo de la diáspora. El judaísmo bíblico influyó enormemente en su influencia negativa en las personas y el mundo.
3.- TIPOLOGÍA DE LOS ÁNGELES BÍBLICOS
3.1.- EL "ÁNGEL MENSAJERO"
Después del exilio en Babilonia (a partir del 536 a.C.), Israel intensifica la fe en los seres angélicos por su relación estrecha con la religión de los pueblos circundantes (cananeos y asiro-bailonios). Su influencia hace que asuman sus cualidades trascendentes (Job 5, 1; 15, 15; Sal 89, 6-8; Zac 14, 5). A partir de entonces, la Biblia distingue claramente dos grupos o tipologías de ángeles:
A.- Se habla de los primeros como seres celestiales, que pertenecen a la corte de Dios (Job 1, 6) y tienen la misión de servirle y alabarle. Sin embargo, en los escritos más antiguos de la Biblia no juegan ningún papel especial.
Son testigos de la creación (Job 38, 7) pero, como criaturas que son, pueden ser mediadores de la revelación (Zac 1, 9-11ss.; Ez 40, 3). Con frecuencia se habla de mensajeros de desgracia (Sal 78, 49), ángeles exterminadores (Ex 12, 23), mensajeros de la muerte (Job 33, 22; Prov 16, 14).
Una clase particular de este tipo ángeles son también los querubines, seres alados híbridos de hombre y animal (Gn 3, 24; Ez 1, 10; Sal 18, 11); y los serafines, que tienen seis alas (Is 6, 2).
En el libro de Daniel actúan como poderosas fuerzas intermedias que llevan también un nombre; existen arcángeles, ángeles guardianes y ángeles de las naciones, y otras miríadas de ángeles que están alrededor del trono de Dios (Dn 4, 10-14; 7, 10; 8, 16; 9, 21; 10, 5 ss.; 12, 1).
B.- A parte de estos primeros seres celestiales, en la Biblia también aparece la figura del ángel de Yahvéh, el ángel de Dios, llamado (mal’ak). Se trata de un ser divino, al que Dios confía una determinada misión, tras la cual, su figura como tal desaparece totalmente. También ocurre a la inversa, pues las personas, después de encontrarse con el ángel de Dios, intentan averiguar su naturaleza (su nombre) (Jue 13, 17ss.).
El ángel de Dios se destaca casi exclusivamente como figura benéfica pues auxilia a Israel (Ex 14 19; Num 22, 23; Jue 6, 11ss.; 2Re 1, 3ss.) o a personas concretas (unión entre los seres humanos y Dios). Únicamente se vuelve contra Israel en (1 Sam 24, 17).
En ocasiones, no puede establecerse una distinción entre Dios y su ángel: cuando se habla de Dios sin hacer referencia a las personas, encontramos a Yahvéh, pero cuando las personas lo advierten, se habla de “ángel de Yahvéh”. Con esto se protege la sublimidad de Dios (Gn 18; Ex 23, 20ss.), es decir, sólo su ángel ha de ir con el Pueblo, pues la santidad de Dios podría aniquilar a Israel y los individuos.
3.2.- EL "ÁNGEL DE LA MUERTE"
En la Biblia no aparece un "Ángel de la Muerte" específico, pero si describe ángeles que causan la meurte como agentes del juicio divino, como el ángel que mató a los asirios (2Re 19, 35) o el "ángel destructor" en la pascua de Egipto (Ex 12, 23).
3.3.- LA ANGEOLOGÍA EN EL LIBRO DE DANIEL
El libro de Daniel es un auténtico tratado de angelología. Dentro de su apocalíptica considera la fe en los ángeles como la plenitud de la religiosidad y la presencia de Dios. Forman parte de su cortejo y su séquito, son sus mensajeros. Están en conexión con los astros, los elementos, las manifestaciones y fuerzas de la naturaleza, a los que rigen por mandato de divino.
Para Daniel, cada individuo tiene su ángel guardián. Para la custodia de las naciones existen los ángeles de las naciones (según Dn 10, 13-21; Miguel es el ángel de Israel). Además de nombrar arcángeles en (Dn 4, 6 y 7), también aparecen otras clases de ángeles: virtudes, dominaciones, tronos, principados, potestades y ángeles del culto.
4.- SATÁN EN EL NUEVO TESTAMENTO
Todo el Nuevo Testamento presenta la vida pública de Jesús como un combate contra el maligno, que se identifica como: diablo, satanás, belzebú, enemigo, malo, el jefe de este mundo, el adversario o Satán (1 Pe 5, 8).
En el relato de las tentaciones del
evangelista san Mateo (Mt 4, 1ss.), el diablo adopta la postura de un señor del
mundo que quiere apartar a Jesús de su camino. Por eso Él ora por la fe de sus
discípulos y enseña a los suyos a orar para verse libres del maligno (Mt 6,
13). Según el evangelista san Lucas, Jesús vio el derrocamiento de Satanás (Lc
10, 18).
En los escritos de san Juan se recuerda el papel de la serpiente en el relato del Paraíso (Gn 3). En su libro del Apocalipsis también asocia el derrocamiento de satanás con la venida de Jesús (Ap 12, 5.7-12). Diablo y Satanás aparecen como nombres propios de distinto valor y significado, además de como dragón y serpiente (Ap 12, 8-10).
Para Pablo de Tarso, el maligno aparece en contraposición a Jesucristo, el sumo bien: justicia-injusticia, luz-tinieblas, Cristo-Belial, creyente-incrédulo, templo de Dios-templo de los ídolos (2 Cor 6, 14ss.). La acción de Satanás trata de engañar y poner obstáculos a la evangelización de Jesucristo y engaña a los creyentes, seduce a las comunidades (1 Cor 7, 5) e incita al pecado y a la perdición (Ef 2, 2).
5.- LAS PERSONAS ENTRE EL CIELO (BIEN) Y EL INFIERNO (MAL)
La Iglesia afirma que de la existencia personal de Dios (como bien y amor supremo) se deduce también la existencia personal del diablo (como mal totalizante que incita al pecado). Pero la idea del diablo (Satán) y la creencia en su existencia personal ha perdido su efectividad y credibilidad, hasta tal punto, que en nuestros días se ha eliminado como persona o como poder malo, circunstancia que no ha hecho al mundo y a las personas más humanas.
Ello ha contribuido la forma medieval de su presentación: un ser que provocaba miedo, con cuernos, rabo, tridente, patas de caballo o macho cabrío, caras monstruosas, fauces con dientes devoradores, etc. A esta idea habría que añadir que al diablo se le asignaba como morada del infierno que está bajo tierra, desde donde surge vivo y en diversas formas como el adversario de Dios y Jesucristo.
Hoy en día, el diablo es una figura molesta. Se elimina y ridiculiza su significado mediante un ropaje eufemístico o incluso haciendo la vista gorda con respecto a su existencia. Por eso, el diablo no constituye un tema independiente y creíble de la predicación cristiana.
Si en el pasado la predicación sobre el diablo y el infierno han servido para difundir la inseguridad, la angustia y el miedo; en el presente, la Iglesia y los cristianos debemos predicar con el ejemplo la victoria de Jesucristo, es decir, hemos de invitar a las personas a tomar parte en esa victoria. Hemos de llamar a todos a que se decidan por la fe, el amor y el compromiso social.
Evidentemente, a eso ha de corresponder el que las personas renunciemos a todas las obras de las tinieblas y luchar con las armas espirituales de la fe, luz y oración. Todos necesitamos en esa lucha la ayuda de Dios, sin la cual sucumbimos. Al igual que Jesús pedía en la plegaria del Padrenuestro ser liberado del mal (pues sabía que el maligno o el mal es una realidad que cuesta vencer y zanjar de un plumazo), nosotros debemos también dejar la pereza a un lado y apostar por un corazón más humano en Cristo.
Pero la Iglesia, en su predicación, no puede prestarse a que las personas renuncien a su decisión, a su libertad y a su responsabilidad, dejándola a merced de cualquier tipo de poderes y fuerzas, llámese diablos o demonios entendidos como seres personales a la manera medieval, o lleven el nombre de cualquier “ismo” moderno: ideologías, falsas doctrinas sobre la salvación, propagandas, slogans, reclamos, etc. Pero tampoco ha de dejarla a merced del Estado, de los partidos políticos o de cualquier aparato de la sociedad moderna.
Si las personas nos entregamos y sometemos al imperio de tales poderes, perdemos nuestra libertad y nos ponemos al alcance de las manías colectivas. Las ideologizaciones, las demonizaciones o diabolizaciones de todo tipo están, todavía hoy, a la orden del día, a pesar de que no veamos por ninguna parte los vocablos: demonio o diablo. Lo decisivo en estos momentos es que nosotros nos pongamos bajo el señorío de Cristo, bajo su victoria y su verdad.
6.- LA IMPORTANCIA DE LOS ÁNGELES
Muchas personas que creen en un Dios personal consideran superflua la devoción en los seres angélicos, porque lo importante es la fe en Dios. Pero la idea de los ángeles ayuda a todos a tender un puente entre la distancia que hay entre el cielo y la tierra, entre los incrédulos y los creyentes en Dios.
Pero podríamos preguntarnos si, en este mundo de superstición en el que vivimos, la preocupación especulativa y excesivamente fantasiosa por los ángeles, no contribuye a distraer el interés sobre Dios y sobre Cristo y si, en realidad, la fe no se está convirtiendo en una cuestión de segundo orden frente al poder mágico y benefactor de los ángeles
No debemos confundir los términos. Lo importante es creer en Dios. Los ángeles hacen un servicio a la fe cristiana, ante todo, porque recuerdan la grandeza y profundidad de Dios que ha llamado a la existencia a mundos y criaturas (entre ellas a los ángeles) que están accesibles a las personas.
Los ángeles
son mensajeros de Dios en el mundo, en el que realizan su voluntad y están al
servicio de los hombres y mujeres. Aunque no debemos poner la fe en ellos, sin
embargo, su devoción nos encomienda a Dios y, a través de ellos, nos protege,
custodia y guía desde el cielo.
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