¿POR QUÉ ABRAHAM MINTIÓ AL FARAÓN?

 Por: Álvaro López Asensio

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1.- PROPUESTA ARRIESGADA

Al comienzo de la Biblia hay un episodio desconcertante y bastante escandaloso, de la vida de Abraham. Se cuenta que una vez, en cierto viaje que el patriarca hizo a Egipto con su esposa Sara, mintió al Faraón diciéndole que ella era su hermana, y le permitió a él casarse con ella.

La narración es la siguiente: “En aquel tiempo hubo una gran hambre y el país (la tierra prometida donde Abraham vivía), y entonces Abraham se fue a vivir a Egippto, porque la escasez de alimentos era muy grande en la región. Y cuando ya estaban llegando a Egipto, le dijo a su esposa Sara: Mira, yo sé que eres una mujer hermosa, y que en cuanto te vean los egipcios van a decir: esta mujer es su esposa, y me matan a mí, y a ti te dejarán con vida para quedarse contigo. Por eso, diles por favor que eres mi hermana. Así me irá bien a mí por causa tuya, y me dejarán con vida gracias a ti” (Gn 12, 11-13).

Efectivamente, cuando Abraham entró en Egipto vieron los egipcios que la mujer era muy bella; y al verla los funcionarios de faraón, le fueron a contar a él de la hermosura de la mujer. Entonces la llevaron al palacio del faraón. Y gracias a ella, el faraón trató muy bien a Abraham. Le regaló ovejas, vacas, asnos, esclavos, esclavas, asnas y camellos.

Pero Dios castigó al Faraón y a su familia con grandes plagas por lo que hizo con Sara, la mujer de Abraham. Entonces el faraón mandó llamar a Abraham y le dijo: “¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no me avisaste que era tu mujer? Me dijiste que era tu hermana, y por eso yo la hizo mi esposa. Ahora ahí la tienes. Tómala y vete. Entonces el faraón ordenó a unos cuantos hombres que hicieran salir a Abraham de Egipto, junto con su esposa y todo lo que tenía” (Gn 12, 13-20).


2.- SU HIJO ISAAC, COMO SU PADRE

¿Cómo es posible que el patriarca Abraham, nuestro padre en la fe y uno de los ejemplos de vida religiosa más grandes que tiene la Biblia, haya cometido tal acción? ¿Podemos nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, admirar a este hombre?

Pero si uno no se desanima ante tamaño escándalo y sigue leyendo la historia de Abraham, su asombro llegará al colmo. En efecto, más adelante dice la Biblia que en otro viaje que hizo, esta vez a la ciudad de Guerar, volvió a mentir lo mismo y a entregar de nuevo a su esposa, como juez del rey Abinelek (Gn 20, 1-18). ¿Y tan poco le importaba su mujer, que la ofrecía en cuanto tenía ocasión? ¿Cómo podía humillarla de ese modo y tratarla como si fuera un objeto que se usa y se deshecha?

Y tantos malos ejemplos de este hombre, tarde o temprano tenían que influir sobre su hijo. Por eso no nos extraña descubrir que, poco después, Isaac aparece cometiendo la misma acción que su padre Abraham: en cierta ocasión presentó a su mujer Rebeca como si fuera su hermana, y se la entregó como esposa al rey de Guerar (Gn 26, 1-11).


3.- VALORES QUE ANTES VALÍAN

¿Por qué la Biblia tolera que el patriarca Abraham modelo de todos los creyentes, ejemplo de virtud religiosa y el más célebre antepasado del Pueblo de Israel, haya mentido de un modo tan explícito y Dios ni siquiera se lo reproche? ¿Y cómo es posible que lo Libros Sagrados conserven estas tradiciones tan poco edificantes, que escandalizan más que aleccionan? Para contestar a esas dos preguntas hay que tener en cuenta, ante todo, que muchas de las cosas que hoy a nosotros nos resultan desagradables o escabrosas no producían el mismo efecto en tiempos antiguos.

Por otra parte, sabemos que toda nación se siente orgullosa de sus antepasados, y que suele ser muy cuidadosa con los recuerdos que guarda de ellos. Y si el Pueblo de Israel, no obstante la veneración que sintió siempre por Abraham e Isaac, conservó esas historias, es porque ciertamente no debían de herir su sensibilidad. Por lo tanto, lo primero que debemos hacer, al encontrarnos con estos antiguos relatos bíblicos, es no leerlos a partir de nuestra propia cultura y de nuestros valores, sino tratar de averiguar primero qué significado tenían en aquella época, y por qué fueron luego conservados en la Biblia.


4.- UNA LEY DE LOS PASTORES

Los historiadores bíblicos afirman que el patriarca Abraham vivió alrededor del año 1800 a.C. Había nacido en Aram Naharáyim (Gn 24, 1-109, y que queda al sur de la actual Turquía. Su padre se llamaba Téraj, y tenía dos hermanos menores: Najor y Haram (Gn 11, 27). Formaba parte de una familia de pastores, y por lo tanto su mundo era la cría de ganado menor y el comercio de los productos que obtenía con sus rebaños de ovejas y cabras. Habitaba en las estepas, buscando las tierras que pudieran ofrecerle cierta vegetación y algo de agua para sus animales, y bebía migrar constantemente de un lado a otro en procura de nuevos pastos.

Inspirado por Dios, en determinado momento de su vida, Abraham y su familia emprendieron un viaje al Sur, hacia el país de Canaán (que luego será la Tierra Prometida), donde se estableció, vivió y finalmente murió. Por lo tanto, el ambiente cultural de nuestro padre Abraham fue el típico mundo de las tribus seminómadas de aquella época, y su comportamiento estuvo regido con las costumbres, hábitos, leyes y tradiciones propias de hace más de 4.000 años.


5.- LA “ESPOSA-HERMANA

Ahora bien, los arqueólogos han descubierto que entre las tribus que habitaban la región donde vivía Abraham (Padam Arán), existía una antigua costumbre llamada de la “esposa-hermana”. Según esta práctica, cuando un hombre se casaba podía en ciertos casos adoptar a su mujer como hermana. O al revés, una mujer que fuera medio hermana de un hombre, podía convertirse en su esposa. Entonces ésta pasaba a adquirir automáticamente el doble estatuto de “esposa” y de “hermana”, y obtenía así mayores privilegios desde el punto de vista social, ya que se beneficiaba de los dos roles que desempeñaba.

Este uso estaba en boga especialmente entre los miembros de la alta sociedad tribal, y que alguien ostentara semejante condición era indicio de que pertenecía a un rango social superior. Por lo tanto, presentar a la esposa de uno como su propia hermana, en aquellos lejanos tiempos tenía un significado de nobleza y dignidad. Y Abraham pudo realmente hacerlo. Porque leemos en la Biblia que, la segunda vez que la entregó como esposa de otro, él dice: “ella es realmente hermana mía. Es hija de mi padre, aunque no hija de mi madre; y yo la convertí en mi mujer” (Gn 20, 12).

O sea que Sara era medio hermana de Abraham; hija de Téraj, su padre, pero con otra esposa distinta de la que lo engendró a él. Y entonces, gracias a estos nuevos estudios, podemos intuir que, más que una mentira, detrás de este relato se escondía un elogio de la figura de Abraham.


6.- LA PESADA CRUZ DE SER MUJER

Pero además de la costumbre de la “esposa-hermana” hay que tener en cuenta un segundo elemento de la cultura de aquellos tiempos, y es que la mujer no gozaba de la misma dignidad y del aprecio de los que goza hoy. Se la consideraba más bien una posesión del marido, un “objeto” o un “bien” que le pertenecía, y del que él podía disponer con bastante libertad. Un ejemplo de esto lo encontramos en la lista de los 10 mandamientos dados por Moisés. Allí se le: “No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer; ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo” (Ex 20, 17).

Vemos que la Biblia, al enumerar el conjunto de las pertenencias del hombre, coloca entre éstas a la mujer, junto a los animales y a los esclavos. Y por eso mismo es que también un hombre podía, sin que fuera mal visto, tener varias esposas, ya que éstas servían para engrandecer su hacienda y su patrimonio. La relación matrimonial, pues, en aquellos tiempos distaba mucho de ser la expresión amorosa y delicada que encontramos en los matrimonios de nuestra sociedad moderna.


7.- DE ELOGIO A VERGÜENZA

Entonces ¿Por qué la Biblia no censura las actitudes inmorales de Abraham, y por qué quiso conservar estos vergonzosos recuerdos? Este famoso relato no tenía ninguna connotación inmoral. Al contrario, podemos imaginar que los hebreos contaban con orgullo una tradicional leyenda, según la cual Abraham había sido un pobre jeque, capaz de preciarse de su alto rango social frente a los principales reyes de su época con su “esposa-hermana”, hasta el punto de llegar a ofrecerla para que formara parte del harén de ellos.

Varios siglos después, cuando aparecieron los primeros historiadores de Israel y quisieron poner por escrito la vida de Abraham, se planteó un grave problema: ¿Qué hacer con este episodio, en el que aparecía entregando a su propia esposa como mujer del faraón? Ahora ya resultaba irritante y engorroso para los israelitas. Pero tampoco se lo podía eliminar, pues llevaba siglos transmitiéndose en la tradición hebrea. Entonces decidieron incluirlo en la historia de Abraham, pero modificándole su sentido, a fin de que pudiera comunicar una enseñanza religiosa a los lectores.


8.- PARA QUE DIOS NO FRACASE

Los relatores hicieron una nueva versión según la cual, cuando Abraham viaja a Egipto y presenta a su esposa Sara como su hermana, no lo hace ya para jactarse de su elevado rango social, sino por temor a que lo maten para robársela. La actitud de Abraham, pues, queda así justificada por el difícil momento que le toca vivir, en un país extraño y hostil, y al que tuvo que viajar obligado por el hambre.

Pero ese no fue el único cambio que los narradores realizaron. Lo segundo que hicieron fue colocar el relato (Gn 12, 10-20) a continuación de la vocación de Abraham (Gn 12, 1-3), en el que Dios le recelaba que iba a tener una numerosa descendencia con su esposa. Y de ese modo, la entrega de Sara al faraón adquirió un dramatismo mucho mayor, ya que con su actitud, Abraham pone en grave peligro el cumplimiento de la promesa divina, pues se quedó sin la mujer con la que debía engendrar los hijos.

La narración adquiere, entonces, un desenlace inesperado: Dios no está dispuesto a tolerar que fracasen sus planes, ni que se frustre el incipiente proyecto que ha empezado con el patriarca. Y entonces interviene castigando al faraón para que devuelva a la mujer del extranjero, restableciendo las condiciones para que sus designios puedan continuar.

Y así, el antiguo relato del patriarca Abraham, que en un principio buscaba explicar la importancia de su posición social, pasó a tener otra lección distinta en la nueva narración: ahora pretendía enseñar que aun cuando el hombree, con sus miedos, negligencias o abandonos, parezca poner en peligro el plan de que Dios tiene para la humanidad, Dios velará siempre para que se cumpla y llegue a buen término.


9.- PARA QUE NO TENGAMOS MIEDO

Por una grave sequía, Abraham tuvo que abandonar su patria y viajar a Egipto. Pero apenas llegó al país del Nilo el temor invadió su corazón. Se dio cuenta de que era débil, pequeño e indefenso. Que era apenas el jefe de un insignificante grupo de pastores, lejos de su tierra y de sus amigos. Que estaba solo y desprotegido en medio de un mundo hostil. Entonces tuvo miedo de morir, y presionado por las circunstancias ideó una estratagema que creyó la más adecuada (aunque a nosotros nos resulte increíble): entregó a su propia esposa.

¿Qué hizo Dios frente a esto? No le hizo nada. Dios lo entendió. Sabía que Abraham está asustado y lleno de angustia, y por eso no le reprochó nada. En su lugar, arremetió contra el faraón. Contra el poderoso que había colocado en una situación tan difícil al pobre Abraham, y que lo llevó a entregar a su propia mujer. Así Dios le mostró a Abraham que estaba junto a él como protector y amigo para los casos difíciles; que ningún hombre fuerte iba a poder vencerlo mientras él estuviera a su lado.

Todos tenemos nuestros propios miedos. Aquellos que nos amenazan, nos angustian, y nos colocan a veces en situaciones tan embarazosas que terminamos escapando de maneras inapropiadas y poco lícitas. Pero el relato de Abraham es una denuncia contra los responsables de estos miedos. Contra los poderosos de este mundo que, mediante el temor y la intimidación, buscan aprovecharse de los que tienen hambre para despojarlos hasta de sus pertenencias más íntimas y queridas. Dios les advierte que ha tomado partido pro los más pequeños. Y que sus planes no dejarán de cumplirse.

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