LUGARES DE CULTO EN LA BIBLIA

 Por: Álvaro López Asensio

Página web: www.alopezasen.com

1.- LA ÉPOCA DE LOS PATRIARCAS: LOS SANTUARIOS DE ISRAEL (1.850-1.300 A.C.)

1.1.- Origen de los santuarios semitas

El redactor del libro del Génesis inicia la historia de salvación del pueblo Hebreo, con el relato de la vocación de Abraham (año 1850 a.C.) y su salida de Jarán (Mesopotamia) a la tierra de los cananeos (tierra entonces de los amoreos, que coincide con la actual Israel) donde se estableció (Gn 12). Según la tradición bíblica, los descendientes de Abraham (Isaac y Jacob) también vivieron en Canaán (la tierra prometida), hasta que José (uno de los hijos de Jacob) fue vendido por sus hermanos a los egipcios (año 1.700 a.C.), a cuyo País se trasladó después todo el clan familiar.

Los israelitas atribuían a los Patriarcas la fundación de ciertos santuarios. Su fundación responde a las reglas que otros pueblos semitas determinan para sus lugares de culto:

1.- Los árboles sagrados. En todo el Antiguo Próximo Oriente se reconoce carácter religioso a ciertos árboles. El árbol sagrado está especialmente documentado en la tradición mesopotámica. En ella aparece como símbolo de la fecundidad o como un tributo de los dioses a la fecundidad. Nunca se representa como divinidad, ya que no hay un culto del árbol propiamente dicho.

Los profetas de Israel condenan a los israelitas que van a sacrificar en la cima de las colinas, a la sombra de los árboles (Os 4, 13-14). El libro del Deuteronomio y los textos que dependen de él literalmente condenan los lugares de culto establecidos “sobre las colinas, bajo todo árbol verdeguenate” (Dt 12, 2; 1Re 14, 23; 2 Re 16, 4; 17, 10; Jer 2, 20; Ez 6, 13); 20, 28; Is 57, 5). Ninguno de estos textos habla de culto tributado a tales árboles, más bien señalan el lugar del culto.

2.- Las alturas que acercan a la divinidad. Las montañas que se acercan al cielo, son consideradas en la antigüedad como moradas divinas. La mitología mesopotámica localiza el nacimiento de sus principales deidades en la montaña del mundo. En el poema de Gilgamés, la montaña de los cedros es una morada de los dioses. También en Grecia los dioses del Olimpo moraban en esta montaña sagrada.

En las tierras de Canaan (antiguo Israel) había, así mismo otras montañas santas, como el Hermón (junto a la frontera de Siria y Jordania), el Tabor (donde hay vestigios de altares para sacrificios cananeos) y el monte Carmelo, que tiene una larga historia cultual vinculada al profeta Elías. Pero Yahvé se apropia de estas montañas consagradas a los antiguos dioses, levantándose santuarios en su nombre (Sal 89, 13). Pero en la Tanaj o Biblia hebrea descubrimos que Yahvé tiene sólo dos montañas santas: el monte Sinaí-Horeb (donde se reveló a Moisés, dio al Pueblo el Decálogo y estableció con él su Pacto o Alianza) y el monte Sión (lugar donde está el Templo de Jerusalén y dónde reside).

3.- Las aguas sagradas. La religión de Canaán reconocen una manifestación de la presencia divina en las fuentes que fecundan las tierra, en los pozos en que beben sus ganados y en las alturas donde se condensan las nubes para enviar luego la lluvia. Los israelitas y sus antepasados, que fueron primero pastores (nómadas) y luego agricultores (sedentarios), compartían también este mismo modo de ver.

Algunos topónimos bíblicos atestiguan la existencia de algún santuario cerca de una fuente o pozo: Cades (Gen 14, 7); Semes, cerca de Jericó (Jos 15, 7; 18, 17), etc. Todos estos nombres son indicios de un culto, o por lo menos de una leyenda religiosa. Según  1Re 1, 33-40, Salomón fue consagrado rey en la fuente de Guijón, en Jerusalén, donde parece había un santuario. También el pozo de Bersabé, donde Abraham invoca a Yahvé (Gen 21, 23) y donde Isaac erige un altar a Yahvé que se le había aparecido (Gen 26, 23-25).

4.- Allí donde los dioses se manifiestan en alguna teofanía. Las apariciones y manifestaciones divinas marcan los lugares de culto en la época antigua y, por defecto, en la época patriarcal de Israel, como luego veremos. Un ejemplo claro es el Templo de Jerusalén, que será construido en el lugar donde se había detenido el ángel de Yahvé y donde David había erigido un altar (2Sam 24, 16-25). También Yahvé promete aceptar los sacrificios que se le ofrezcan en todo lugar donde haya “mencionado su nombre” (Ex 20, 24), es decir, donde se haya manifestado.

1.2.- Los santuarios en época de los Patriarcas

Todos estos elementos naturales que acabamos de ver, ponen al hombre en relación con la divinidad. También los Patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob) levantan santuarios al “Dios de nuestros padres”, teniendo en cuenta estos elementos sagrados de la naturaleza o sobre otros paganos construídos según estos mismos criterios. Veamos los más importantes:

1.- El santurario de Siquén en Samaría. Este lugar es la primera estancia de Abraham en Canaán, tras venir de tierras mesopotámicas (Gen 12, 6-7). Allí se detuvo en el maqôm (en el lugar santo) donde se halla la encina de Moré o del adivino, un árbol al que pedían oráculos. Al parecer allí ya había un santuario cananeo.

Pero este santuario está más enraizado en el círculo de Jacob y de sus hijos. Al volver todo el clan familiar de Mesopotamia, acampa frente a Siquén, compra a los hijos de Hamor la tierra donde había levantado su tienda y erige allí un altar a “El-Berit” (Dios del pacto o Alianza) (Gen 33, 18-20). De allí marchó a Betel, lugar donde levantará otro santuario.

2.- El santurario de Betel (que en hebreo significa “casa de Dios”. Este lugar fue el segundo campamento de Abraham en Canaán, levantando allí y en Ay sendos altares al “El-Betel” (Casa de Dios) (Gen 12, 8).

Pero como en el caso de Siquén, se atribuye a Jacob la fundación de otro santuario (Gen 28, 10-22). La tradición bíblica dice que de camino hacia Harán, se detiene para dormir en un lugar maqôm o lugar santo, donde tiene el sueño de una escalera que une el cielo y la tierra, por eso reconocerá que es un bet-el, una “casa de Dios” y la puerta del cielo.

3.- El santuario de Mambré en Hebrón. Parece que Abraham levantó un altar a “El-Saday” (Dios de las montañas) bajo el árbol de encina de Mambré (Gen 13, 18). Aparte de esta breve indicación, Mambré aparece en el libro del Génesis no como un lugar de culto, sino como la residencia de Abraham, Isaac y Jacob (Gen 14, 13; 18, 1; 35, 27). También en este lugar, concretamente en la cueva de Makpelá (frente a Mambré), señala la tradición la sepultura de los Patriarcas y sus mujeres (Gen 23, 17.19; 25, 9; 49, 30; 50, 13), que actualmente se puede visitar en Hebrón. El hecho de que se mencione el árbol de la encina y un altar, indican la existencia de un santuario.

4.- El santuario de Bersabé, en el límite meridional de Israel. Parece que la fundación de su santuario se atribuye a Abraham (Gen 21, 33), ya que allí plantó un tamarisco e invocó el nombre de “El-Olam” (Dios de la eternidad).

Pero la tradición nos vincula a Isaac con este santuario, conocido como “pozo del juramento” o el “pozo de los siete” (Gen 21, 22-31). En este lugar Yahvé se le apareció a Isaac, confirmándole la promesa que le había hecho a Abraham de tener una gran descendencia si le guardaban fidelidad. Allí edificó Isaac un altar e invocó el nombre de Yahvé (Gen 21, 33). En este altar sacrificó Jacob en honor de Yahvé y fue favorecido con una aparición (Gen 46, 1-4).

En resumen, la tradición bíblica confirma los lazos que unían a Siquén, Betel, Mambré y Bersabé con los Patriarcas. Los santuarios levantados eran muy simples, un altar levantado sobre una rudimentaria tienda en lo alto de una montaña y cerca de un maqôm o lugar santo. Pero “El-Berit”, “El-Betel”, “El-Saday” y “El-Olam” no son pequeñas divinidades locales diferentes, sino manifestaciones del mismo Dios Supremo “El” (fuerza o ser fuerte), nombre con el que los Patriarcas llaman “al Dios de nuestros Padres”. En esta primera etapa de la revelación, los Patriarcas y sus clanes reconocen en estos antiguos santuarios a “El” como su Dios único y como autor de las promesas hechas a sus descendientes.

1.3.- LA ÉPOCA DEL DESIERTO: LA TIENDA Y EL ARCA DE LA ALIANZA (1.300-1.010 A.C.)

1.3.1.- Las tablas de la Ley y el Arca de la Alianza

El libro del Éxodo nos relata, por un lado, la libertad que experimentó Israel cuando salió de la esclavitud de Egipto(1) y, por otro, los acontecimientos del Sinaí en el que Yahvé sella la «Alianza» que cambiará el destino del propio pueblo hebreo. Estos acontecimientos salvíficos harán que ya no sea más «el pueblo de Israel» (antigua «alianza» de Abraham), sino que se convierta en el «pueblo de Dios» (la «nueva alianza» de Moisés).

A.- Desde que el clan de Jacob emigró a Egipto invitados por José (hacia el año 1.700 a.C.), el pueblo hebreo vivió en el País de los faraones durante 400 años. Poco sabemos sobre el culto que practicaron y los santuarios que tuvieron en tierras del Nilo. Todo hace pensar que siguieron practicando los sacrificios que realizaban los Patriarcas en los altares y santuarios que allí levantaron para alabar al “Dios de sus padres”.

B.- En tiempos del faraón Ramses II, Moisés huye de Egipto y llega a Madián, convirtiéndose en pastor del sacerdote Jetró, casándose con su hija Cifora. mientras Moisés se hallaba pastoreando las ovejas de su suegro, se le apareció Dios en una zarza encendida y le manifestó su voluntad de sacar a los hebreos del país del Nilo (hacia año 1.300 a.C.).

C.- Tras la salida de Egipto por el Mar Rojo (Sal 136, 15), el Pueblo de Israel acampa en el monte Sinaí, donde Yahvé entrega a Moisés en su cima las Tablas de la Ley esculpidas en piedra, conocidas como el Código de la Alianza (Ex 20; 40, 18; Dt 10, 5). Posteriormente les dio un código más detallado, relacionado a rituales y leyes civiles, les promete la tierra de Canaán si ellos obedecen, pero les alerta sobre la presencia del paganismo de sus habitantes (Ex 21-23).

D.- A continuación Yahvé llama a Moisés a la cima para establecer el Pacto de la Alianza(2) y recibir una serie de instrucciones para construir un Arca que custodie las tablas de la Ley, una tienda o tabernáculo donde guardar el Arca, las vestimentas de los sacerdotes(3) y los objetos rituales (Ex 25-28), elementos que sellan el Pacto entre Yahvé y su pueblo.

E.- Según (Dt 10, 1-5), Moisés fabricó por orden de Yahvé un arca de madera de acacia y puso en ellas las dos tablas de piedra en las que Yahvé había escrito el decálogo (Ex 31, 18). La descripción de este objeto sagrado no la ofrece (Ex 25, 10-22; 37, 1-9). Es una caja de madera de acacia de 1’25 m. de largo, por 0’75 m. de alto y ancho, chapeada de oro y provista de anillas por donde pasan las barras destinadas a su transporte por el desierto (Ex 25, 10-22; 37, 1-9). Sobre el arca se halla colocada una cubierta (llamada Kapporet) de oro del mismo tamaño.

F.- El Arca y la tienda que la custodia acompaño al pueblo de Israel en sus travesías por el desierto. Durante las marchas, se portaba delante de seis tribus y detrás de las otras seis (Num 2, 3-34). En los campamentos, ocupaba el lugar central, con tres tribus a cada lado.

G.- Tras cuarenta años errantes por el Desierto de la Península del Sinaí, Aarón (hermano de Moisés) conduce al Pueblo a la Tierra Prometida atravesando el río Jordán. A partir de ese momento Josué y los Jueces comienzan la conquista de Canaán con la toma de Jericó (años 1.200-1030 a.C.).  El Arca permanece en Gálgala hasta su traslado a Silo (Jos 28, 1), donde permaneció unos trescientos años. En tiempos de Saúl, se dice que el Arca se encuentra en Nobe (1Re 21, 1-6), y más tarde en Gabaón (1Par 16, 39). Hacia el año 1.050 los filisteos derrotan a los israelitas en la batalla de Afec, cayendo el Arca en manos de los filisteos durante 7 meses. Tras su recuperación, David la traslada a Jerusalén, custodiándose definitiva en el nuevo Templo de piedra que construyó Salomón (3Re 8, 4; 2Par 5, 5).

H.- Hay dos tradiciones sobre su desaparición: cuando el rey de Babilonia, Nabucodonosor, conquistó Jerusalén (año 537 a.C.) destruyó el Templo, incautó su tesoro y deportó a sus habitantes a Mesopotamia; y la que hace describe el texto introductorio de la segunda carta a los Macabeos, que asegura fue escondida por Jeremías en algún lugar del monte Nebo, junto al lago de Galilea y donde fue enterrado y contempló la tierra prometida Moisés.

 1.3.2.-  El santuario del desierto: la tienda del Arca de la Alianza

El Santuario o tienda que custodia al Arca de la Alianza se llama en hebreo “’ohel mô’ed”, la tienda del encuentro. Los textos bíblicos la llaman también tienda del encuentro; “’ohel ha’eduth” o tienda del testimonio (Ex 25, 16; 26, 33); “la tienda del testamento” (Ex 30, 26), “la tienda del pacto del Señor” (Num 10, 33; Dt 10, 8); “la tienda del pacto” (Jos 3, 6); “la tienda de Dios” (1Sam 3, 3); “la tienda del Señor” (1Sam 4, 6).

A.- l santuario del desierto es concebido como un templo desmontable, de dimensiones una mitad menos que la explanada del actual Templo de Jerusalén. La tienda donde se guardaba el Arca, estaba acotado por el “cortil del tabernáculo” (Ex 27, 9), un área de grandes dimensiones cerrado por “cortinas de fino torzal de lino. En el centro del recinto se levantaba el santuario con dos espacios bien diferenciados: el “Santo de los Santos” donde se guarda el Arca con el propiciatorio y el querubín; y “el salón de los santos” que contiene el altar del incienso, el candelabro de siete brazos de oro o menoráh y la mesa de los panes de la preparación. Estos dos espacios están separados con cortinas de lino para techos y pares con basas de plata y madera de acacia.

B.- Además de guardar al Arca de la Alianza, la tienda es el lugar donde Yahvé reside permanentemente (Shekináh) y conversa con Moisés (Ex 33, 11), le habla  directamente (Num 12, 8), por eso es el lugar del encuentro con Moisés y con el pueblo de Israel (Ex 29, 42-43; 30, 36). Cuando en la tienda conversan Moisés y Yahvé, una nube descendía a la tienda dificultando su acceso (Num 12, 4-10). La tradición bíblica más antigua insiste en el papel de la tienda como lugar de oráculos: si alguien quería consultar a Yahvé, acudía a la tienda, donde Moisés les servía de intermediario (Ex 33, 7).

C.- El destino de la “tienda del encuentro” está asociada a la del Arca, hasta que David (1.010-970 a.C.) proyectó un Templo de muros de piedra en Jerusalén para que se convirtiera en la “casa de Yahvé” para siempre y no de forma itinerante en su tienda (1Re 6).  Su  construcción la culminó su hijo Salomón (970-930 a.C.), que la ejecutó en el centro la colina del monte Sión (su ubicación coincide con la actual explanada del Templo), conocida popularmente como “monte Moirá”, lugar tradicional del sacrificio de Isaac (2Re 18, 13-19). El templo de Jerusalén se diseñó con el mismo modelo y distribución que tenía el santuario portátil del desierto que hasta entonces albergaba el Arca.

1.4.- LA ÉPOCA DE LA MONARQUÍA: EL TEMPLO DE JERUSALÉN (1.010-587 A.C.)

1.4.1.- La importancia del Templo para la unidad religiosa

En hebreo, el templo es una bet (casa) o hêhal (palacio), entendidos como morada de la divinidad. El profeta Ezequiel lo llama miqdas (lugar santo, santuario) y no precisamente “templo construido”, tal y como lo entendemos nosotros.

El objetivo de David y Salomón al construir el denominado “primer Templo” no es otro que el  pueblo pudiera adorar y ofrecer sacrificos a Yahvé en un lugar permanente, como duradera es la presencia de Yahvé en medio del pueblo (Shekiná). Este Templo se convertió en el símbolo religioso de unidad de todo el pueblo de Israel.

Los levitas y sacerdotes del Templo(4), descendientes de la familia de Aarón(5), son los encargados de la práctica cultual, es decir, los holocaustos y sacrificios, las ofrendas ante el altar, la liturgia y toda clase de ritos celebrativos.

El Templo construido por Salomón está dividido en dos partes bien diferenciadas: la explanada del Templo y el Santuario del Templo propiamente dicho, compuesto de vestíbulo, el Santo y Santo de los Santos:

1.- La explanada del Templo coincide con el actual recinto, que ha llegado hasta nosotros gracias a la restauración y refuerzo que hizo el rey Herodes el Grande durante la época romana (año 40-4 a.C.). En ella estaba un pequeño espacio llamado “atrio de las mujeres(6)” y  el “atrio de los gentiles” (ocupa la mayor parte de la explanada).


2.- Al vestíbulo o atrio sagrado acceden todos aquellos que quieren ofrecer sacrificios y holocaustos de animales a Dios. En el atrio se levanta el altar de los holocaustos, donde los sacerdotes queman los holocaustos y vierten la sangre de los animales sacrificados.


3.- El Santo o Sanctum es una zona más íntima de acceso restringido sólo a los levitas y sacerdotes del Templo, quienes ofrecen el incienso sobre las brasas de un pequeño altar con la luz perpetua del candelabro de siete brazos o menoráh.


4.- El santuario o Sancta Santorum es la habitación donde se guarda el Arca de la Alianza, y a la que nadie entra salvo el Sumo Sacerdote.

El Templo estable hizo que los ideales religiosos y los textos Sagrados se transmitan al pueblo a través de los Levitas(7) y la clase sacerdotal, que se encargarán no sólo de enseñar la Toráh (leer la Toráh explicar sus pasajes en forma de sermones(8), etc.), sino también todo lo relacionado con el culto (ofrecer sacrificios, dirigir las ceremonias y oraciones litúrgicas, etc.). La Toráh recomienda “y harás congregar al pueblo, varones, mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieran en tus ciudades, para que oigan y aprendan y teman a Yahvé, y cuiden de cumplir todas las palabras de su Ley” (Dt 31, 12).

Pero el Templo de Jerusalén quedaba apartado para muchos habitantes del reino de Judá, por lo que antes de que el rey Josías (640-609 a.C.) emprendiera su reforma religiosa, se impulsó la construcción de pequeños santuraios y lugares de culto (sinagogas) por todos los pueblos y lugares del territorio (Ex 20, 24) para alabar a Yahvé y estudiar la Toráh sin tener que desplazarse a Jerusalén. Tras la reforma (año 622 a.C.) se produjo una centralización religiosa en favor del Templo de Jerusalén, lugar donde se impulsa el estudio y explicación de la Toráh(9). Pese a que la centralización religiosa motivó que los santuarios locales (sinagogas) perdieran la importancia que tuvieron antes de la reforma, esto no impidió que los judíos más alejados de Jerusalén siguieran utilizando esos lugares de oración sin culto sacrifical.

 1.4.2.- La rivalidad entre el Templo de Jerusalén y el de Siquén

Tras la muerte de Salomón (933 a.C.) y para evitar sus excesos políticos(10), su hijo Jeroboam (con las tribus judías del Norte) provoca una rebelión que divide el territorio en dos nuevos Estados independientes: el reino de Judá con capital en Jerusalén; y el reino de Israel (las regiones norteñas de Galilea y Samaría) con capital primero en Siquén y luego en Tirsa.

La división política no supuso inicialmente una ruptura religiosa, sino más bien cultural. Para tener un lugar de culto semejante al de Jerusalén, los del reino del Norte erigieron los santuarios de Bethel y Dan(11). Allí adoraron a Yahvé representado en imágenes, hecho que no sentó nada bien en Jerusalén por considerar esta provocación un pecado de idolatría. Sabemos que en alguno de estos santuarios hubo también un posible culto al toro  (1 Re 12, 28-32).

En el año 875 a.C. ambos reinos (Judá e Israel) son acosados por los arameos de Damasco y por los filisteos. El rey de Israel, Omní, traslada la capital de Tirsa a Samaría, ya que está más protegida y estratégicamente mejor fortificada. Allí se construyó un nuevo santuario en el monte Garizim(12), presidido por sus propios sacerdotes.

Cuando en el 723 a. C. el reino del Norte y su capital Samaría es conquistada por los Asirios, muchos de sus habitantes son deportados y sustituidos por otros pueblos paganos (2 Re 17, 24). Esos pueblos trajeron consigo sus propios dioses, cuyo culto se mezcló con el de los israelitas. El resultado fue una religión mixta que adoraba a Yahvé con un ritual pagano.

En el año 445 a. C. el gobierno de Jerusalén y el de Samaría rompen definitivamente cualquier tipo de relación. Ello explica que los samaritanos, Yahvistas a pesar de todo, establezcan su propio centro religioso y cúltico en el santuario del monte Garizím, iniciándose así la religión samaritana propiamente dicha. Aunque esta región se considera heterodoxa frente al judaísmo de Jerusalén y su Templo, de ningún modo es pagana como afirma el Talmud, sino distinta. La religión Samaritana ha perdurado hasta nuestros días(13).

Estas diferencias religiosas, además de otras de carácter histórico(14), hicieron nacer entre ambos pueblos (judíos y samaritanos) un odio y enemistad tal, que continuará hasta la expulsión de los judíos decretada por Roma en el año 70 d.C. y más tarde en el 135 d.C. por Adriano.

(1) Por regla general, el año 1.225 a.C. es el más escogido como la fecha de salida de Israel de Egipto. Otros prefieren remontarse a la mitad o incluso al comienzo del siglo XIII. Yo me inclino a pensar por una fecha que estuviera situada entre el año 1.250 y el 1.225 a.C. De este modo, la estancia de los Israelitas en el país del Nilo habría durado más de 400 años, ajustándose así a los datos bíblicos (Gn 15, 13; Ex 12, 40). Estos datos no habría que tomarlos como indicaciones exactas, sino como meras orientaciones.

(2)  La Alianza del es el pacto que establece Yahvé y su Pueblo. La Alianza del Sinaí no es un hecho histórico, sino una nueva situación que estará permanentemente recomenzando y renovándose sin cesar durante generaciones (Dt 6, 20-24; 29, 11-14). Es una relación normal y habitual entre Yahvé y su pueblo, una disposición de amor que asumen ambas partes. La gran Ley para la vida de Israel será la fe en la “Alianza divina”. Yahvé invita a su pueblo a que, de ahora en adelante, haga la historia con él, a que prosiga y perfeccione su designio de creación y vida, una actividad revolucionaria y absolutamente novedosa en le mundo entonces conocido.

(3)  Entre el ropaje sacerdotal, destaca el de Aarón, el Sumo Sacerdote, indumentaria que adoptarán todos los Sumos Sacerdotes posteriores. Sus ropas litúrgicas consistían: una banda para el hombro (efod), conteniendo dos piedras de ónice grabadas con los nombres de las tribus de Israel; un pectoral del juicio que contiene el Urim y el Tumim, con cadenas doradas para soportar el pectoral, y doce piedras preciosas (una por cada una tribu); el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino; el manto para el efod, con capanillas de oro y granadas en la orla; la túnica bordada de lino; la mitra con una lámina de oro puro en la parte delantera con la inscripción: consagrado a Yahvé; el cinturón de obra de recamoador.

(4) El sacerdocio en el judaísmo antiguo se entendió como un servicio a Dios en favor del pueblo. No exigía cualidades especiales, únicamente pertenecer a una familia descendiente de Aarón.  Los sacerdotes serán los que enseñen al pueblo las leyes de Moisés (Dt 33, 9-10).  Este servicio de la enseñanza de la Ley (Dt 33, 10-11) y de la ofrenda de los sacrificios permitió al pueblo de Israel recibir la vida y la bendición de Dios  (Nm 6,22-27; Ez 47,1-12).

(5).  Aarón aparece como hermano de Moisés en (Ex 4, 14). Es el primer sacerdote instituido por Dios para ayudar a Moisés en su misión de sacar al pueblo de Egipto, de hecho, será a menudo su portavoz.  El sacerdocio (chen)  pasaba de padres a hijos entre los descendientes de Aarón (de ahí los apellidos judíos Cohen, Cohn, Kahane, Kahn, Levi etc.).

(6)  El “atrio de las mujeres” gozaba de una situación especial durante la fiesta del Sukkot o tiendas, ya que se le iluminaba y en él se hacían los regocijos populares descritos en la Tosephtá del tratado de Sukkot. Es en este atrio donde estaban almacenados el vino, el aceite y la leña del Templo. El atrio terminaba en una escalinata de 15 gradas simi-circulares, en donde se acomodaban los levitas cuando cantaban o acompañaban a los coros con sus instrumentos musicales.

(7) La palabra Levita significa en hebreo “unido”. La Toráh nos dice que Leví era hijo de Jacob, por lo que fue se constituyó en una de las doce tribus de Israel. Fue la única que no tuvo territorio puesto que su única función era la de encargarse de todo lo relacionado al culto, cuidado y servicio del Arca de la Alianza (primero en la tienda móvil, después en el Templo de Jerusalén): “he aquí, yo he tomado a los levitas dee entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los primeros nacidos entre los hijos de Israel, serán, pues, míos los levitas” (Num 3, 12). Su función desaparecido tras el exilio de Babilonia (586 a.C.). Posteriormente, cuando el sacerdocio se convirtió en prerrogativa de los descendientes de Aarón (descendiente también de Leví), los levitas asumieron una función secundaria en las ceremonias. Los apellidos judíos Levi y Çadoch (que significan sacerdocio) son descendientes de la clase sacerdotal levita y, por consiguiente, descendientes del linaje de Leví y Aaron.

(8) DIEZ, A.; “Enciclopedia de la Biblia”, Vocablo: Educación.

(9)  El rey Josías era hijo de Manasés (687-642 a.C.), personaje que respetó el vasallaje de Asiria y anuló en parte la reforma religiosa que comenzó su padre Ezequías (715-687 a.C.) (intensificar el culto a Yahvé frente a los dioses cananeos, incluso alejar del Templo los signos del culto asirio). Josías destruyó los signos del culto extranjero, emprendiendo una importante reforma religiosa, motivada por el hallazgo del libro de la Toráh” (llamado también “libro de la Alianza”) en un lugar secreto del Templo en Jerusalén (año 622 a.C.). Gracias a este hallazgo, el rey, los sacerdotes y los propios profetas pudieron impulsar dicha reforma.

(10) El rey David se había ganado las simpatías y el favor de todo el pueblo por derrotar a los filisteos y haber protagonizado la unidad de las tres demarcaciones judías (Galilea, Samaría y Judea). La cosa cambió con su hijo Salomón, ya que su corte costaba cara. Sus trabajos y su boato eran ruinosos para el país. El pueblo tenía que sufrir impuestos, prestaciones personales (1 Re 5, 7-8; 27-32; 11, 28; 12, 4). Finalmente, desde el punto de vista religioso, la importancia que se concedió repentinamente al Templo de Jerusalén era prematura: lo que era una comodidad y una gloria para el Sur (Judá), constituía una dificultad para el resto las provincias del Norte (Samaría y Galilea) y representaba una tentativa de suplantación o extinción de los demás lugares santos. Tras su muerte, su hijo Jeroboam se rebeló declarándose rey del Norte para evitar los abusos y privilegios del Sur (el reino de Judá).

(11) Estos santuarios los conocemos gracias a (1 Re 11, 29-39; 14, 7-8). Los judíos del Sur no reconocen estos santuarios porque en ellos había imágenes de Yahvé, prohibidas por la Ley de Moisés, y de haber conducido con ello al pueblo a la idolatría. A pesar de ello, no podemos asegurar que hubiera un cisma a nivel religioso, ya que en ninguna parte se le denuncia como tal. Nadie discute que el profeta Elías y su mensaje en el Monte Carmelo sea cismático y contrario a la fe y preceptos de Yahvé. Tampoco los profetas del Norte Oseas y Amós, pese a estar irritados contra el reino de Israel (Am 7, 11), no piensan en acusarlo de cismáticos rechazando a Yahvé (Am 2, 6-16).

(12) El monte Garizín, de 868 metros de altitud, está situado en la región israelí de Samaría, en los montes de Efraim y junto a la ciudad de Nablus (la antigua ciudad bíblica de Siquem o Sicar).

(13) Los samaritanos solamente aceptan a Moisés como único profeta y no reconocen la tradición oral del Talmud (de ahí que este libro los ataque frontalmente), ni el libro de los profetas y escritos sapienciales, guiándose exclusivamente por los cinco libros de la Toráh. Generalmente los samaritanos son educados por sus rabinos (llamados cohanim, plural de cohén) como parte del pueblo hebreo pero no del pueblo judío. Alguno de los más destacados rasgos de la religión samaritana son los siguientes: la doctrina de la resurrección de los muertos y el juicio final (no aparecen en la época bíblica, sino en la cristiana del Nuevo Testamento); el hombre creado a imagen de los ángeles, Adán como una de las emanaciones de Yahvé que precedieron a la creación, y una desarrolladísima antología y demonología. El texto más importante de la religión Samaritana es el “Memar Marqah”, que formula cinco creencias fundamentales: Sólo Yahvé es Dios y no hay nadie cono él; Moisés fue el profeta por excelencia elegido por Yahvé; Observar la Ley dada por Yahvé a Moisés (los samaritanos son guardianes de la Ley); el monte Garizim es santo, la casa de Yahvé; la venida del Mesías (Taheb), el restaurador de todas las cosas. A partir del siglo IX d. C. adoptaron la lengua árabe para uso cotidiano y literario, en sustitución del dialecto arameo que emplearon anteriormente. Actualmente existen unos 700 seguidores de religión samaritana, que mantiene viva su Toráh, tradiciones y ritos ancestrales.

(14) En el año 538 a.C. el rey Persa, Ciro el grande, concede la libertad a los judíos desterrados en Babilonia sin pagar rescate alguno (Is 45, 13). Entre los años 520-515 a.C. el sacerdote Esdras y el gobernador Nehemías levantan los muros de la ciudad y reconstruyen el Templo de Jerusalén (Esd 5, 15; G, 2, 15). Los samaritanos le ofrecen a los judíos ayudar al levantamiento del Templo, pues ellos se consideraban también de la misma raza judía y seguidores del culto a Yahvé. Ante este ofrecimiento, los judíos que ya tenían a los samaritanos como enemigos y paganos por dar culto en el monte Garizín a otros dioses además de Yahvé, rechazaron tajantemente dicho ofrecimiento, acrecentándose a partir de entonces todavía más su enemistad.3.1.1.1.5.- LA ÉPOCA DEL 

Comentarios

Entradas populares de este blog