LOS SACRIFICIOS EN LA BIBLIA: ABRAHAM E ISAAC

 Por: Álvaro López Asensio

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1.- EL SACRIFICIO EN  LA ANTIGÜEDAD

Las ofrendas y los sacrificios de animales fueron una práctica habitual y muy extendida en todas las civilizaciones del mundo antiguo. En efecto, el sacrificio se ha multiplicado a través de los siglos en las civilizaciones antiguas, asumiendo la expresión de todos los sentimientos religiosos: reconocimiento de la soberanía del Dios, petición, expiación, alabanza, acción de gracias, etc. Su finalidad última y esencial era inmolar (en todo o en parte) una ofrenda animal o vegetal como obsequio a la divinidad.

El altar fue el lugar donde se practicaba el sacrificio, siendo este el elemento principal del culto. La víctima animal ofrecida venía a ser como la intermediaria entre las personas y la divinidad.

Primero, los Patriarcas (1.850-1.300 a.C.) bíblicos en los santuarios y montes; después, el Pueblo de Israel en el Templo de Jerusalén, adoptaron la práctica de sacrificar animales para Dios, llamada korbanot, costumbre influenciada por los pueblos semitas del entorno que ejercieron sobre ellos, especialmente los cananeos. El sacrificio bíblico se diferencia del pagano en que el animal reemplaza a la persona misma. La persona que ofrece un animal es consciente de que, por el sacrificio, su alma y voluntad animal es destruida para ser sustituida por la voluntad de Dios.

También fue costumbre ofrecer primicias agrícolas, ya que jamás usó una cosa o consumió un alimento sin reservar y ofrecer primero lo mejor de ellas a Dios, con ello se quería destacar su soberanía divina.

2.- ABRAHAM E ISAAC EN LA BIBLIA

2.1.- Abraham, padre de los creyentes

El título que le podíamos poner a Abraham es “Padre de los creyentes”. La vocación de Abraham está situada en el ambiente de un movimiento natural de migración de pueblos. Grupos de beduinos, seminómadas, llamados semitas o arameos, circulaban por el borde del desierto de Siria conduciendo sus ganados. Después de algunas migraciones, el clan de Terah se asentó en Harán; pero Abraham abandonó Mesopotamia y sus múltiples dioses para seguir a un solo Dios, del cual él todavía no sabía nada, pero que intervino en su favor de una manera singular y le hizo entrever ya la bendición que iba a recibir de Dios.

Para un hombre de aquella época, esta certeza consistía en una tierra, una descendencia y un nombre. Desde el principio, la religión de Abraham aparece como encarnada: se trata de bienes espirituales, pero a través de los bienes temporales y humanos. Esta es otra de las cosas que normalmente el lector no suele entender. Se empieza por lo material y luego se va espiritualizando.

Veamos ahora el itinerario espiritual de Abraham, al que podemos calificar como el hombre de la fe:

A.- Dejó una manera de vivir y aceptó otra. Hay una incompatibilidad entre los caminos de Dios y los caminos de los hombres; tuvo que elegir entre dos concepciones del mundo: la de Dios y la de los hombres. Es un problema de fe. En su partida de Harán (su patria babilónica) no hubo evasión ni renuncia, se trataba de poseer las cosas no como propias, sino como don de Dios para realizar una misión. Esto es lo que definió la manera de ser de Abraham en relación a su Dios, a su mujer, a sus hijos, a sus posesiones, a sus viajes, a sus rebaños, etc.

B.- Tuvo que abandonarse a sí mismo. En Egipto estuvo a punto de perder a su mujer, porque la quiso el Faraón (Gn 12, 10-20). En otra ocasión se apartó de Lot, su sobrino, y se quedó con la parte más pobre de Canaán (Gn 13). En otra ocasión decidió realizar el plan de Dios por sus propios medios, pidiendo un hijo a su sirvienta Agar (Gn 16.) El hijo que nació de esta relación, Ismael, no era el legítimo, por lo que no recibió la herencia.

C.- Obedeció a Dios para sacrificar a su hijo Isaac. Después de haber experimentado la manera que tiene Dios de hacer las cosas, sobre todo en relación con la descendencia prometida (Gn18, 1-15; 21), quiso sacrificar al hijo de la promesa de Dios: Isaac (Gn 22, 1-19).

El problema de Abraham es el problema de la fe de todos los creyentes. Si Abraham es el padre de los creyentes, la problemática religiosa que está encerrada en su persona, la llevamos todos dentro y cada uno de nosotros.

2.2.- Isaac, el hijo de la promesa de Abraham

En (Gn 22), Isaac fue la grandeza de la fe de Abraham por intentar sacrificarle. La explicación de este hecho se ha entendido como la sustitución de una víctima humana por un animal. Se sabe que los cananeos, pueblo en el cual vivió Abraham, tenían la costumbre, para fundar una ciudad o fundar un templo, matar a un niño primogénito recién nacido, poner sus cenizas en una vasija y colocarla en el fundamento del templo o de la ciudad; semejante a nuestra costumbre de colocar la primera piedra de un edificio.

Los israelitas, en alguna ocasión, tuvieron también esta costumbre que la Biblia censura (2 Rey 16, 1-5). Pudiera ser que, en el origen de esta narración, intentase el relator condenar la matanza de los hijos primogénitos. Según la narración, Isaac fue engendrado dos veces: la primera por la promesa (porque ya él y su mujer eran ancianos), y al segunda por la fe, cuando Dios le mandó sacrificarlo.

Isaac es el hijo de la promesa. Su función está en ser el hijo de Abraham y el padre de Jacob. La Biblia juega con el nombre de Isaac, que significa  “Dios Sonríe”. Lo esencial de su vida fue la repetición de la promesa (Gn 26, 23-33) en la cual Dios se mostró fiel a su plan.

2.3.- CONCLUSIONES

La primera cita bíblica sobre los sacrificios se encuentra en el relato de Caín y Abel (Gn 4, 1-16). Allí Dios exige que el sacrificio se haga con un animal primogénito, prohibiendo así los sacrificios humanos practicados por los cananeos (1 Re 16,34; Ez 20,31). Esta idea es condenada en el relato del sacrificio de Isaac  (Gn 22). En este pasaje, Dios prueba la fe de Abraham  para demostrar que, aunque parece que quiere la muerte, al final salva la vida; Yahvé es el Dios de la vida. En la actualidad, los judíos no lo llaman sacrificio de Isaac, sino “la ligadura de Isaac”, pues no fue sacrificado.

Detrás del niño Isaac está proyectada una generación que tiene que descender de Abraham, y tiene que descender precisamente por la fe. Aunque la narración nos da a nosotros la impresión de que trata de Isaac, sin embargo, trata de Abraham, y al tratar de él, está tratando de todos y cada uno de nosotros en el problema más hondo y más sustancial religioso que es el problema de la fe. Abraham engendra hijos por la fe. Isaac, fue engendrado dos veces: la primera por la promesa, (porque él y su mujer Sara eran ancianos) (Gn 15, 1-21); y la segunda por la fe (cuando Dios le mandó sacrificarlo) (Gn 22, 1-14).

Isaac es el hijo de la promesa. Su función está en ser el hijo de Abraham y el padre de Jacob. La Biblia juega con el nombre de Isaac, que significa “Dios sonríe”. Dios es favorable, y vuelve a repetir el mismo tema que se da con Abraham en la fe. En el problema de la fe hay mucho de risa, mucho de ilógico, de irracional, pero hay también mucho de humano, y este problema tan hondo es el que está trazando entre Abraham e Isaac. Lo esencial de su vida fue la repetición de la promesa (Gn 26, 23-33).

El Patriarca Abraham es un ejemplo de fe, cuya actitud de confianza en Dios debe proporcionarnos el camino a seguir y depositar nuestra vida en sus manos, en la seguridad de su amor infinito.


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