LA TIENDA Y EL ARCA DE LA ALIANZA
Por: Álvaro López Asensio
Página web: www.alopezasen.com
(Detalle del pontón de la Basílica-Catedral del Pilar de
Zaragoza)
El redactor del libro del Génesis inicia la historia de salvación del pueblo Hebreo, con el relato de la vocación de Abraham (año
Los israelitas atribuían a los Patriarcas la fundación de ciertos santuarios. Su fundación responde a las reglas que otros pueblos semitas determinan para sus lugares de culto:
1.- Los árboles sagrados. En todo el Antiguo Próximo Oriente se reconoce carácter religioso a ciertos árboles. El árbol sagrado está especialmente documentado en la tradición mesopotámica. En ella aparece como símbolo de la fecundidad o como un tributo de los dioses a la fecundidad. Nunca se representa como divinidad, ya que no hay un culto del árbol propiamente dicho.
Los profetas de Israel condenan a los israelitas que van a sacrificar en la cima de las colinas, a la sombra de los árbones (Os 4, 13-14). El libro del Deuteromonio y los textos que dependen de él literalmente condean los lugares de culto establecidos “sobre las colinas, bajo todo árbol verdeguenate” (Dt 12, 2; 1Re 14, 23; 2 Re 16, 4; 17, 10; Jer 2, 20; Ez 6, 13); 20, 28; Is 57, 5). Ninguno de estos textos habla de culto tributado a tales árboles, más bien señalan el lugar del culto.
2.- Las alturas que acercan a la divinidad. Las montañas que se acercan al cielo, son consideradas en la antigüedad como moradas divinas. La mitología mesopotámica locliza el nacimiento de sus principales deidades en la montaña del mundo. En el poema de Gilgamés, la montaña de los cedros es una morada de los dioses. También en Grecia los dioses del Olimpo moraban en esta montaña sagrada.
En las tierras de Canaan (antiguo Israel) había también otras montañas santas, como el Hermón (junto a la frontera de Siria y Jordania), el Tabor (donde hay vestigios de altares para sacrificios cananeos) y el monte Carmelo, que tiene una larga historia cultual vinculada al profeta Elías. Pero Dios se apropia de estas montañas consagradas a los antiguos dioses, levantándose santuarios en su nombre (Sal 89, 13). Pero en la Tanak o Biblia hebrea descubrimos que Dios tiene sólo dos montañas santas: el monte Sinaí-Horeb (donde se reveló a Moisés, dio al Pueblo el Decálogo y estableció con él su Pacto o Alianza) y el monte Sión (lugar donde está el Templo de Jerusalén y dónde reside).
3.- Las aguas sagradas. La religión de Canaán reconocen una manifestación de la presencia divina en las fuentes que fecundan las tierra, en los pozos en que beben sus ganados y en las alturas donde se condensan las nubes para enviar luego la lluvia. Los israelitas y sus antepasados, que fueron primero pastores (nómadas) y luego agricultores (sedentarios), compartían también este mismo modo de ver.
Algunos topónimos bíblicos atestiguan la existencia de algún santuario cerca de una fuente o pozo: Cades (Gen 14, 7); Semes, cerca de Jericó (Jos 15, 7; 18, 17), etc. Todos estos nombres son indicios de un culto, o por lo menos de una leyenda religiosa. Según 1Re 1, 33-40, Salomon fue consagrado rey en la fuente de Guijón, en Jerusalen, donde parece había un santuario. Tambie´en el pozo de Bersabé, donde Abraham invoca a Dios (Gen 21, 23) y donde Isaac erige un altar a Dios que se le había aparecido (Gen 26, 23-25).
4.- Allí donde los dioses se manifiestan en alguna teofanía. Las apariciones y manifestaciones divinas marcan los lugares de culto en la época antigua y, por defecto, en la época patriarcal de Israel, como luego veremos. Un ejemplo claro es el Templo de Jerusalén, que será construido en el lugar donde se había detenido el ángel de Dios y donde el rey David había erigido un altar (2Sam 24, 16-25). También Dios promete aceptar los sacrificios que se le ofrezcan en todo lugar donde haya “mencionado su nombre” (Ex 20, 24), es decir, donde se haya manifestado.
2.- LOS SANTUARIOS EN ÉPOCA DE LOS PATRIARCAS (1.850-1.300 a.C.)
Todos estos elementos naturales que acabamos de ver, ponen al hombre en relación con la divinidad. También los Patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob) levantan santuarios al “Dios de nuestros padres”, teniendo en cuenta estos elementos sagrados de la naturaleza o sobre otros paganos construídos según estos mismos criterios. Veamos los más importantes:
1.- El santurario de Siquén en Samaría. Este lugar es la primera estancia de Abraham en Canaán, tras venir de tierras mesopotámicas (Gen 12, 6-7). Allí se detuvo en el maqôm (en el lugar santo) donde se halla la encina de Moré o del adivino, un árbol al que pedían oráculos. Al parecer allí ya había un santuario cananeo.
Pero este santurario está más enraizado en el círculo de Jacob y de sus hijos. Al volver todo el clan familiar de Mesopotamia, acampa frente a Siquen, compra a los hijos de Hamor la tierra donde había levantado su tienda y erige allí un altar a “El-Berit” (Dios del pacto o Alianza) (Gen 33, 18-20). De allí marchó a Betel, lugar donde levantará otro santuario.
2.- El santurario de Betel (que en hebreo significa “casa de Dios”. Este lugar fue el segundo campamento de Abraham en Canaán, levantando allí y en Ay sendos altares al “El-Betel” (Casa de Dios) (Gen 12, 8).
Pero como en el caso de Siquén, se atribuye a Jacob la fundación de otro santuario (Gen 28, 10-22). La tradición bíblica dice que de camino hacia Harán, se detiene para dormir en maqôm o lugar santo, donde tiene el sueño de una escalera que une el cielo y la tierra, por eso reconocerá que es un bet-el, una “casa de Dios” y la puerta del cielo.
3.- El santuario de Mambré en Hebrón. Parece que Abraham levantó un altar a “El-Saday” (Dios de las montañas) bajo el árbol de encina de Mambré (Gen 13, 18). Aparte de esta breve indicación, Mambré aparece en el libro del Génesis no como un lugar de culto, sino como la residencia de Abraham, Isaac y Jacob (Gen 14, 13; 18, 1; 35, 27).
También en este lugar, concretamente en la cueva de Makpelá (frente a Mambré), señala la tradición la sepultura de los Patriarcas y sus mujeres (Gen 23, 17.19; 25, 9; 49, 30; 50, 13), que actualmente se puede visitar en Hebrón. El hecho de que se mencione el árbol de la encina y un altar, indican la existencia de un santuario.
4.- El santuario de Bersabé, en el límite meridional de Israel. Parece que la fundación de su santuario se atribuye a Abraham (Gen 21, 33), ya que allí plantó un tamarisco e invocó el nombre de “El-Olam” (Dios de la eterminidad).
Pero la tradición nos vincula a Isaac con este santuario, conocido como “pozo del juramento” o el “pozo de los siete” (Gen 21, 22-31). En este lugar Dios se le apareció a Isaac, confirmándole la promesa que le había hecho a Abraham de tener una gran descendencia si le guardaban fidelidad. Allí edificó Isaac un altar e invocó el nombre de Dios (Gen 21, 33). En este altar sacrificó Jacob en honor de Dios y fue favorecido con una aparición (Gen 46, 1-4).
En resumen, la tradición bíblica confirma los lazos que unían a Siquén, Betel, Mambre y Bersabé con los Patriarcas. Los santuarios levantados eran muy simples, un altar levantado sobre una rudimentaria tienda y cerca de un maqôm o lugar santo. Pero “El-Berit”, “El-Betel”, “El-Saday” y “El-Olam” no son pequeñas divinidades locales diferentes, sino manifestaciones del mismo Dios Supremo “El” (fuerza o ser fuerte), nombre con el que los Patriarcas llaman “al Dios de nuestros Padres”. En esta primera etapa de la revelación, los Patriarcas y sus clanes reconcocen en estos antiguos santuarios a “El” como su Dios único y como autor de las promesas hechas a sus desdendientes.
3.- LAS TABLAS DE LA LEY Y EL ARCA DE LA ALIANZA
El libro del Éxodo nos relata, por un lado, la libertad que experimentó Israel cuando salió de la esclavitud de Egipto y, por otro, los acontecimientos del Sinaí en el que Dios sella la «Alianza» que cambiará el destino del propio Pueblo hebreo. Estos acontecimientos salvíficos harán que ya no sea más «el pueblo de Israel» (antigua «Alianza» de Abraham), sino que se convierta en el «Pueblo de Dios» (la «nueva alianza» de Moisés).
Por regla general, el año 1225 a.C. es el más escogido como la fecha de salida de Israel de Egipto. Otros prefieren remontarse a la mitad o incluso al comienzo del siglo XIII. Yo me inclino a pensar por una fecha que estuviera situada entre el año 1250 y el 1225 a.C. De este modo, la estancia de los Israelitas en el país del Nilo habría durado más de 400 años, ajustándose así a los datos bíblicos (Gn 15, 13; Ex 12, 40). Estos datos no habría que tomarlos como indicaciones exactas, sino como meras orientaciones.
Desde que el clan de Jacob emigró a Egipto invitados por José
(hacia el año
En tiempos del faraón Ramses II, Moisés huye de Egipto y llega a Madián, convirtiéndose en pastor del sacerdote Jetró, casándose con su hija Cifora. mientras Moisés se hallaba pastoreando las ovejas de su suegro, se le apareció Yahvéh en una zarza encendida y le manifestó su voluntad de sacar a los hebreos del país del Nilo (hacia año 1300 a.C.).
Tras la salida de Egipto por el Mar Rojo (Sal 136, 15), el Pueblo de Israel acampa en el monte Sinaí, donde Dios entrega a Moisés en su cima las Tablas de la Ley esculpidas en piedra, conocidas como el Código de la Alianza (Ex 20; 40, 18; Dt 10, 5). Posteriormente les dio un código más detallado, relacionado a rituales y leyes civiles, les promete la tierra de Canaán si ellos obedecen, pero les alerta sobre la presencia del paganismo de sus habitantes (Ex 21-23).
A continuación Dios llama a Moisés a la cima para establecer el Pacto de la Alianza y recibir una serie de instrucciones para construir un Arca que custodie las tablas de la Ley, una tienda o tabernáculo donde guardar el Arca, las vestimentas de los sacerdotes y los objetos rituales (Ex 25-28), elementos que sellan el Pacto entre Dios y su Pueblo.
La Alianza es el pacto que establece Dios y su Pueblo. La Alianza del Sinaí no sólo es un hecho histórico, sino una nueva situación que estará permanentemente recomenzando y renovándose sin cesar durante generaciones (Dt 6, 20-24; 29, 11-14). Es una relación normal y habitual entre Dios y su pueblo, una disposición de amor que asumen ambas partes. La gran Ley para la vida de Israel será la fe en la “Alianza divina”. Dios invita a su pueblo a que, de ahora en adelante, haga la historia con Él, a que prosiga y perfeccione su designio de creación y vida, una actividad revolucionaria y absolutamente novedosa en el mundo entonces conocido.
Entre el ropaje sacerdotal, destaca el de Aarón, el Sumo Sacerdote, indumentaria que adoptarán todos los Sumos Sacerdotes posteriores. Sus ropas litúrgicas consistían: una banda para el hombro (efod), conteniendo dos piedras de ónice grabadas con los nombres de las doce Tribus de Israel; un pectoral del juicio que contiene el Urim y el Tumim, con cadenas doradas para soportar el pectoral, y doce piedras preciosas (una por cada una tribu); el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino; el manto para el efod, con campanillas de oro y granadas en la orla; la túnica bordada de lino; la mitra con una lámina de oro puro en la parte delantera con la inscripción: “Consagrado a Yahvé”.
Según (Dt 10, 1-5), Moisés fabricó por orden de Dios un arca de madera de acacia y puso en ellas las dos tablas de piedra en las que el mismo Dios había escrito el decálogo (Ex 31, 18). La descripción de este objeto sagrado no la ofrece (Ex 25, 10-22; 37, 1-9). La caja medía 1’25 metros de largo, por 0’75 metros de alto y ancho, chapeada de oro y provista de anillas por donde pasan las barras destinadas a su transporte por el desierto (Ex 25, 10-22; 37, 1-9). Sobre el arca se halla colocada una cubierta (llamada Kapporet) de oro del mismo tamaño.
El Arca y la tienda que lo custodia acompañó al pueblo de Israel en sus travesías por el desierto. Durante las marchas, se llevaba delante de seis Tribus y detrás de las otras seis (Num 2, 3-34). En los campamentos, ocupaba el lugar central, con tres Tribus a cada lado.
Tras cuarenta años errantes por el
Desierto de la Península del Sinaí, Aarón (hermano de Moisés) conduce al Pueblo
a la Tierra Prometida atravesando el río Jordán. A partir de ese momento Josué
y los Jueces comienzan la conquista de Canaán con la toma de Jericó (años
1.200-
Hay dos tradiciones sobre su
desaparición: cuando el rey de Babilonia, Nabucodonosor, conquistó Jerusalén
(año
4.- EL SANTUARIO DEL DESIERTO: LA TIENDA DEL ARCA DE LA ALIANZA
El Santuario o tienda que custodia al Arca de la Alianza se llama en hebreo “’ohel mô’ed”, la tienda del encuentro. Los textos bíblicos la llaman también tienda del encuentro; “’ohel ha’eduth” o tienda del testimonio (Ex 25, 16; 26, 33); “la tienda del testamento” (Ex 30, 26), “la tienda del pacto del Señor” (Num 10, 33; Dt 10, 8); “la tienda del pacto” (Jos 3, 6); “la tienda de Dios” (1Sam 3, 3); “la tienda del Señor” (1Sam 4, 6).
El santuario del desierto es concebido como un templo desmontable, de dimensiones una mitad menos que la explanada del actual Templo de Jerusalén. La tienda donde se guardaba el Arca, estaba acotado por el “cortil del tabernáculo” (Ex 27, 9), un área de grandes dimensiones cerrado por “cortinas de fino torzal de lino. En el centro del recinto se levantaba el santuario con dos espacios bien diferenciados: el “Santo de los Santos” donde se guarda el Arca con el propiciatorio y el querubín; y “el salón de los santos” que contiene el altar del incienso, el candelabro de siete brazos de oro o menoráh y la mesa de los panes de la preparación. Estos dos espacios están separados con cortinas de lino para techos y pares con basas de plata y madera de acacia.
Además de guardar al Arca de la Alianza, la tienda es el lugar donde Dios residía de forma permanente (Shekináh) y conversaba con Moisés (Ex 33, 11), le hablaba directamente (Num 12, 8), por eso era el lugar del encuentro con Moisés y con el Pueblo de Israel (Ex 29, 42-43; 30, 36). Cuando en la tienda conversaban Moisés y Dios, una nube descendía a la tienda dificultando su acceso (Num 12, 4-10). La tradición bíblica más antigua insiste en el papel de la tienda como lugar de oráculos: si alguien quería consultar a Dios, acudía a la tienda, donde Moisés les servía de intermediario (Ex 33, 7).
El destino de la “tienda del encuetro” está asociada a la del Arca de la Alianza,
hasta que el rey David (1.010-
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