EL JUDEO-CRISTIANISMO

Por: Álvaro López Asensio

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Alegoría de la Sinagoga
(Portada de la Iglesia de Santa Engrancia de Zaragoza)


El cristianismo fue originariamente judío. La primera comunidad cristiana fue creciendo y extendiéndose entre las sinagogas; las primeras tensiones nacieron cuando entraron en las filas cristianas los primeros judíos de cultura helenista, distinta de la de los hebreos de Palestina. Sin embargo, cuando la tensión alcanzó su punto culminante fue  en el momento de dar entrada en la Iglesia a los hombres provenientes de la gentilidad (ambiente no judío). Con todo, la separación definitiva entre Iglesia y Sinagoga fue un proceso largo y complicado.

En las primeras comunidades cristianas seguía viva la fe judía junto con la fe en Jesús de Nazareth. A primera vista pudo parecerles lógico que la universalidad del reino de Dios predicado por el Maestro no abolía el judaísmo, sino que incorporaba a todos los pueblos a Israel. Jesús había cumplido la Ley (Mt 5, 17) y fue enviado por su Padre a predicar a "las ovejas descarriadas de la casa de Israel" (Mt 15, 24). Todo parecía indicar que la Torá conservaba todo su vigor, incluyendo Alianza Vieja y Alianza Nueva, esperanzas judías y esperanzas cristianas.

El judaísmo se resistió a morir y pretendía hacer judaizar a los paganos que se convertían al cristianismo, haciendo pasar a la Iglesia por un momento expectante. Sabían los Apóstoles que Jesús había inaugurado un orden nuevo, pero ignoraban sus cláusulas; tenían por ello derecho a esperar la iluminación del Espíritu, según las circunstancias, mientras surgían los primeros conflictos.

Algunos judíos, venidos de la Iglesia madre de Jerusalén, enseñaron en Antioquía que los gentiles (no judíos) convertidos no podían salvarse al menos que observaran la Ley de Moisés (Hch 15, 1). El cristianismo hubiera sido así una secta del judaísmo; mas no era este el pensamiento de Pablo de Tarso, que proclamaba el mensaje de la cruz como liberación de la Ley para gentiles y judíos. Así lo defiende contra los métodos apostólicos de Pedro en Antioquía, y luego mantendrá contra los judaizante de Galacia. 

En estas circunstancias, el primer Concilio de Jerusalén estableció los principios que deberían poner fin a todo conflicto futuro (Hc 15, 5-29). La Ley no es obligatoria para la salvación; sin embargo, mantiene en vigor unos preceptos judíos por razones de apostolado, para hacer a estos más fácil la unión con los convertidos de la gentilidad.

Algunos exegetas bíblicos sostienen que los gálatas no imponían la circuncisión como obligatoria para la salvación, sino como un medio de perfección. Idéntica sería la posición de los judeo-cristianos de Antioquía. Frente a los integristas que obligaban a amalgamar judaísmo y cristianismo se alzaban los moderados, aconsejando a los judíos convertidos el cumplimiento de la Ley. Acusaban así los judíos su repugnancia a mezclarse con los gentiles y su fuerte sentimiento de Pueblo elegido. Más tarde se llamarán nazarenos, pero permaneciendo siempre en la ortodoxia del Evangelio. Los integristas, en cambio, no pudieron evitar la herejía con Cerinto y los ebionitas.

Los ebionitas, así llamados del hebreo evyon (pobre), formaron varios grupos, pero todos firmemente arraigados en la fe judía. Sostenían que todos los cristianos debían observar la Ley; guardaban el sábado y tenían los ágapes eucarísticos el domingo. Unos aceptaron la divinidad de Jesús y otros lo consideraban como un Mesías, constituido por Dios como tal el día de su bautismo. Muchos ebionitas volvieron al judaísmo en el siglo V. 

En los tiempos de San Epifanio y de San Jerónimo eran todavía fuertes estas tendencias judaizantes. En el África de San Agustín se deja también entrever entre los cristianos un no disimulado filojudaísmo.

La ortodoxia judía nunca vio con buenos ojos este movimiento judío-cristiano. El resentimiento y concepto peyorativo que los primeros cristianos tenían de los fariseos se debe a que fueron forzados por estos a dejar de ser una secta judía, desvinculándose totalmente del judaísmo. Para los fariseos, y después para los judíos de todos los tiempos, el cristianismo es una religión de la gentilidad. Los demás judíos convertidos fueron llamados minim (herejes), llegando a introducir una maldición en la oración Amidáh contra los minim.

El proceso de separación del judaísmo estaba prácticamente terminado. Cuando se escribieron los evangelios estaba casi consumada esta separación; no obstante, la comunidad cristiana heredó gran parte de la liturgia judía, de la catequesis y métodos apostólicos. Judíos y cristianos vivirán, en el futuro, este impermeable muro hasta nuestros días.


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