LOS CAROLINGIOS EN LA JACETANIA Y SERRABLO

Por: Álvaro López Asensio

Página web: www.alopezasen.com


1.- La presencia de los carolingios en los Pirineos

Un siglo después de que los musulmanes conquistaran el territorio pirenaico, un líder cristiano de las montañas centrales, llamado Aureolo, se proclamó conde de los valles de Echo, Ansó y Aragón. A su muerte, sobre el año 809, los musulmanes se apoderaron de nuevo de este territorio.

Hacia el 828, Aznar Galíndez I, bajo la protección del emperador cristiano Carlomagno, tomó otra vez los valles occidentales de Echo, Ansó y Aragón (Jacetania). La alegría duró poco tiempo, ya que un año después dichos valles fueron reconquistados para la causa del Islam. Los valles de Acumuer y Tena (el Serrablo histórico)  estuvieron todo el tiempo bajo dominio musulmán.

Una vez asegurado el sometimiento resultó aceptable la alternativa que plantearon los vencedores a los sometidos hispano-cristianos: o conversión al Islam, o sumisión[1]. La fuerza militar favoreció que la población se doblegara a su sometimiento, pero no a la fe musulmana. El aislamiento de las montañas ayudó a que la islamización tuviera grandes dificultades de penetración y de éxito, definiendo, con el paso de los años, el mozarabismo de la Jacetania y Serrablo[2]. También fue determinante para la resistencia religiosa, la inmigración de cristianos, monjes y eclesiásticos que huyeron de los lugares y ciudades conquistadas por los musulmanes, sobre todo las del valle del Ebro.

2.- La expansión territorial de los carolingios

En el 833, el ejército franco-carolingio, al mando del conde Galindo Aznárez I (hijo del anterior conde Aznar Galíndez I), atravesó las montañas y volvió a tomar los valles orientales del Aragón (Echo, Ansó y Aragón), proclamándole conde de este pequeño territorio.

Pero la desintegración del imperio de Carlomagno dejó desamparado al conde, que se atrincheró en las tierras “chesoansotanas por miedo a la reacción del rey de Pamplona y del gobernador musulmán de Huesca (al-Tawil). Por ello, buscando apoyos políticos, después de consolidar su poder pactará el matrimonio de su heredero con la hija del rey navarro[3]”.

Los carolingios y el conde establecieron un sistema de gobierno feudal en el Aragón histórico. También evangelizaron los valles cheso-ansotanos, construyendo pequeñas iglesias y dos monasterios: San Pedro de Siresa y Ciella. La biografía de San Eulogio, escrita por su discípulo Álvaro de Córdoba, cuenta como el abad de San Pedro de Siresa, Odoario, regaló al Santo, en su visita acaecida en el año 848, una decena de libros de literatura clásica y una buena colección de obras de autores clásicos y otros códices que contenían “brillantes poemas de himnos católicos y muchos textos sobre concretísimos temas de cuestiones sagradas[4]”. Entre ellos se encontraban: el de Civitate Dei (Ciudad de Dios) de San Agustín, la Eneida de Virgilio, poemas de Juvenal, Sátiras de Horacio, el Isagoge de Porfirio (introducción a las categorías de Aristóteles), epigramas de Adelelmo y las fábulas de Avieno[5].

Su hijo y sucesor, Aznar Galíndez II[6] (864-893) es citado –hacia el 890- como “Asnario comite in Aragon” (Aznar conde de Aragón) en un privilegio concedido por el obispo Jimeno de Pamplona al monasterio de Santa María de Fuenfría[7]. Apenas hay acontecimientos relevantes en su corto mandato, tipificado como continuista. El nuevo conde casó a una de sus hijas con el gobernador de Huesca al-Tawil. Esta alianza matrimonial garantizó la hegemonía del condado sin margen para rebasar sus dominios. También estableció lazos familiares[8] con la casa condal de Gascuña, con el conde Bernardo-Unifredo de Ribagorza y, al final de su mandato, con el reino de Navarra. La crónica segunda de San Juan de la Peña asegura que ya había fallecido en el 893.

Tras su muerte, el título y la corona condal la heredó su hijo, Galindo Aznárez II (conocido como Galindo II). Casó en primeras nupcias con Acibela, hija del duque García Sánchez de Gascuña, de la que tuvo tres hijos: Toda, Redemptus (que fue obispo) y Mirón. Contrajo un segundo matrimonio con Sancha, hermana (por parte de padre) del rey Sancho Garcés I de Pamplona; de esta unión nació Basquita y Endregoto. También tuvo cinco hijos de sus concubinas: Gutisculo, Sancho, Blasco, Banzo y Aznar[9].

En un principio, Galindo II no avanzó por el territorio aragonés, sino que aprovechó la muerte de su cuñado al Tawil y de su hijo Abd al-Malik para expansionar el condado hasta la Canal de la Berdún (por un lado) y la ribera del Gállego con la conquista de Senegüe, Acumuer, y los castillos de Erasún (Borrés y el Kastello Panificu (Larrés). D. Antonio Durán Gudiol nos cuenta que “a causa seguramente de los lazos familiares que les unían, ni al-Tawil atacó al conde (su cuñado), ni Galindo II aprovechó la derrota de su cuñado (el walí oscense) en Ruesta el 911, momento propicio para intentar la expansión de su territorio condal a costa del waliato de Huesca. No salió en pie de guerra de su señorío hasta después del asesinato de su sobrino Abd al-Malik por Amrús. El fratricidio liberó al conde de todo compromiso e incluso debió de justificar su intervención armada. Y fue entonces cuando Galindo II, animado sin duda por las hazañas de su cuñado al-Tawil y de su yerno Bernardo-Unifredo de Ribagorza, salió de sus estrechas fronteras cheso-ansotanas, consiguiendo, entre 918 y 920 apoderarse de las plazas musulmanas de Atarés, Senegüé y Acumuer, cuyas conquistas fueron jalonadas con la fundación de los monasterios de Santos Julián y Basilisa (San Juan de la Peña) y San Martín de Cercito. Consta que fue particularmente difícil la invasión de Acumuer, valle bien defendido por dos castillos, cuyas guarniciones trabaron sangrienta batalla con los hombres del conde Galindo II, al que sonrió la victoria final. La campaña le valió al cheso la anexión a su condado de los valles pirenaicos al este de Echo hasta el de Acumuer y la fijación de la frontera meridional de sus dominios en la sierra de San Juan de la Peña[10]”.

También Domingo Buesa nos describe los duros episodios de la conquista cristiana sobre esos lugares de Serrablo: “los documentos nos cuentan que la ocupación de las fortalezas musulmanas -que protegían el camino y la frontera del Gállego- tuvo lugar en torno al año 920, y que fue absolutamente encarnizada pues el cronista monástico dice que " salieron de los castillos los hombres que las guardaban y entablaron batalla, en el curso de la cual se ocasionó tal mortandad que la sangre corrió como el agua. De aquí viene el refrán "inter rubeos et sosatos plenos iacent ballatos". Y el conde ofreció a San Martín (de Cercito) la villa de Acumuer, cuyos moradores habrían de ser para siempre sus siervos". Las fortalezas fueron los castillos de Erasún y el Kastello Panificu, ubicado entre Borrés y Larrés, y el resultado fue la colocación de la frontera aragonesa en la orilla derecha del Gállego. En ese momento, Senegüé pasaba a formar parte de la extremadura del condado de Aragón[11]”.

Pero la campaña del conde Galindo II no tuvo continuidad en el tiempo pues, a los pocos meses, la Jacetania y Serrablo fueron reconquistadas de nuevo por los líderes musulmanes de Huesca. Los cristianos siguieron conservando su religión, iglesias y monasterios gracias a los impuestos y gabelas que tributaron para continuar disfrutando de tal privilegio.

3.- Presencia de la Casa Real de Navarra en Jacetania y Serrablo

En el 905 subió al trono de Navarra, Sancho Garcés I, que instituyó un nuevo linaje real: la familia Jimena. En el año 922 y bajo sus órdenes, comenzaron una serie de campañas para incorporar el condado de Echo, Ansó y Aragon que estaba bajo la jurisdicción del conde Galindo II, quien se avasallo al rey navarro para no enfrentarse a sus huestes y no ser degradado. La boda de Galindo (viudo de la gascona Acibela) con Sancha, hermana del pamplonés, selló definitivamente la alianza entre los dos mandatarios.

Domingo Buesa dice, al respecto: “la crónica de San Juan de la Peña explica que Sancho Garcés I de Pamplona conquistó todas las montañas de Aragón y Sobrarbe, y el códice de Roda dice que tomó todo el territorio de Aragón con los castillos. Todos coinciden en que, al final del invierno del año 922, el rey pamplonés entró en las tierras del condado aragonés y las ocupó militarmente. Fue una conquista en toda regla, exenta al parecer de acciones sangrientas y cuidadosamente planificada, que permitió al rey navarro actuar con plena soberanía por encima del conde aragonés[12]”.

Tras la anexión, el rey Sancho Garcés dirigió su ejército hacia las tierras de Serrablo y Sobrarbe, adueñándose las montañas cristianas del waliato de Huesca. Pero las tropas musulmanas del poderoso ejército de Abd al-Rahman III, emir de Córdoba, reaccionaron de inmediato[13]. Este inesperado ataque obligó al navarro a retroceder para salvaguardar la defensa del reino pamplonés[14]. Pero la retaguardia le sirvió de poco. El 9 de julio del 924, el líder musulmán entró en Pamplona destruyendo la catedral y conquistando su territorio. Esto provocó que las tierras de Serrablo y Sobrarbe se agregaran de nuevo la causa del Islam.

Las tierras de Echo, Ansó y valle del Aragón siguieron siendo territorio cristiano, posiblemente bajo el dominio del conde Galindo Aznárez II, llamado Gutisculo[15] e hijo del anterior Galindo II, que según las crónicas habría muerto ya en el 943. Le sustituyó en el cargo el conde Fortuño Jiménez.

4.- La hegemonía de Sancho Garcés II (rey de Navarra)

Hacia el 958 el conde carolingio de Echo, Ansó y el Aragón, Fortuño Jiménez, abdicó a favor del infante Sancho Garcés, futuro rey de Navarra (con el nombre de Sancho Garcés II) e hijo de García Sánchez I y la carolingia Endregoto[16].

La confirmación de que el Serrablo había pasado a poder de la casa real pamplonesa, lo encontramos en un documento fechado sobre el 962, por el que Brudilino vendió, al abad Agilano del monasterio de Rava (en el valle de Fiscal), un molino que fue pagado en especie. En el escatocolo del mismo se dice que, el rey García Sánchez I (hijo de Sancho Garcés II), reinaba desde Pamplona hasta el valle de Boltaña. Este dato permite suponer que, por entonces, la línea divisoria del territorio del condado de Aragón iba casi en línea recta desde Uncastillo, Luesia y quizá Agüero y Murillo, a las vertientes septentrionales de las sierras de Loarre, Caballera, Javierre, Belarra y Aineto. En él se incluía el Serrablo con los valles de Guarga y Basa hasta la ribera de Fiscal[17].

El análisis de la documentación de los monasterios de Fanlo y Rava constata el dominio navarro -sobre el Serrablo y Sobrarbe- hasta los últimos años de la década del siglo X. Durante este largo período de estabilidad cristiana, los musulmanes hicieron alguna incursión para intentar arrebata en parte el territorio de la Jacetania y en todo el serrablés al monarca pamplonés.

El cronista Ibn Jaldun relata una de ellas sobre el castillo de Hins Yabba, que se identifica como Yebra de Basa[18]. El gobernador de Huesca, ‘Abd al-Malik ibn Musa, nieto de al-Tawil, entró en esa fortaleza cristiana y les arrebató “todo lo que en ella había, como monedas, armas, herramientas, víveres y otras provisiones, además del ganado ovino, vacuno y yeguas de raza que había en la pradera. Hizo asimismo una cantidad incalculable de cautivos[19]”. Aunque no consta la fecha de esta acción, el cronista la refiere inmediatamente después de la toma de Calahorra en el 968, en la que también intervino el aún heredero de Pamplona Sancho Garcés II[20], que entonces ganó el apelativo de “Abarca”.

Según Domingo Buesa[21], la causa de este ataque fortuito fue la retirada de clérigos, mojes y varios cristianos mozárabes de la Hoya de Huesca a las montañas de Yebra de Basa. Entre ellos estaba Eurosia-Orosia, que fue martirizada junto a muchos de sus compañeros. A partir de entonces, los cristianos de la Jacetania y Serrablo la declararon Santa por aclamación, siendo un referente de devoción en el Alto Pirineo hasta nuestros días.

Este mismo autor hace dos interesantes reflexiones sobre la suerte de los cristianos de esta época: “en primer lugar, que estamos en un tiempo donde ser cristiano llega a ser sinónimo de ser enemigo para los habitantes del territorio musulmán, y en segundo lugar, que el martirio de la santa se sitúa sin duda en este proceso de conflicto entre el cristianismo y el poder musulmán, que –después del 850- se empeñó en debilitar la pacífica coexistencia que venían manteniendo las dos religiones[22]”.

Durante los aproximadamente cuarenta años en los que el Serrablo estuvo bajo el mandato del rey Sancho Garcés II, se reforzaron sus castillos, se impulsó la restauración de alguna de sus iglesias y se favoreció que monjes, clérigos y mozárabes devotos provenientes de la Marca Superior musulmana construyeran monasterios para cristianizar el entorno, consolidar la población y vertebrar el territorio siempre amenazado por el Islam. Estos centros monásticos fueron promovidos y patrocinados por particulares durante la segunda mitad del siglo X.



[1]Al conquistar la Península, los musulmanes no pensaron en modo alguno imponer el Islam a las poblaciones sometidas (cristianos y judíos), sino que respetaron en un principio sus creencias bajo el pago de cargas tributarias. Por el contrario, los que abrazaron el Islam, automáticamente a disfrutaban del fuero personal que tenían los musulmanes de nacimiento, con todas las ventajas fiscales, sociales y políticas que dicho fuero ofrecía. Estos neo-conversos fueron llamados muslines o muladí en castellano romance. La islamización de la población hispano-visigótica fuer muy rápida, sobre todo a partir del siglo lX, cuando el rigor poco tolerante de algunos Emires provocaron masivas conversiones al Islam.

[2]BUESA CONDE, D., “Senegüé: los orígenes de una villa (II)”, en Revista Serrablo Nº 159 (marzo de 2011).

[3] BUESA CONDE, D., “Historia del Alto Aragón”, Zaragoza, 2000, p. 82.

[4] DURAN GUDIOL, A., Op. Cit. “Arte altoaragonés de los siglos X y XI”, p. 40.

[5] DURAN GUDIOL, A., “Los condados de Aragón y Sobrarbe”, p.250.

[6] Aznar II se caso con Íñiga, hija de García Íñiguez de Pamplona, y tuvo tres hijos: Galindo Aznárez II, que le sucedió; García Aznárez, del que solo se conoce el nombre; y Sancha Aznárez.

[7] DURAN GUDIOL, A., “Los condados de Aragón y Sobrarbe”, p.250.

[8]   BUESA CONDE, D., “La Sieso: ruta de colonización”, en revista amigos de Serrablo nº 25. Aparte de los cinco hijos que dieron a Galindo Aznárez las concubinas, tuvo dos hijas de su segundo matrimonio. Fueron Blasquita y Endregoto, la futura reina pamplonesa.

[9] DURAN GUDIOL, A., Op. Cit. “Los condados de Aragón y Sobrarbe”, p.145.

Comentarios

Entradas populares de este blog