MONTAR EL BELÉN EN CASA

 Por: Álvaro López Asensio

Página web: www.alopezasen.com

 

1.- EL SIGNIFICADO DE MONTAR EL BELÉN EN FAMILIA

Reproducir las escenas de la Navidad nos hace dirigir nuestra mirada hacia Belén, y no sólo hacia esta ciudad cercana a Jerusalén. Teología e historia confluyen en la tradición belenista, que ha llegado hasta nuestros hogares, como un arte cargado de costumbres y de piedad.

Trazando un ligero esbozo de cómo surgió esta tradición, se puede afirmar, que muy probablemente, después de que san Francisco de Asís visitara Tierra Santa, quedó impresionado por la belleza y significado de los Santos lugares. Tomás de Celano nos cuenta que en 1223 quiso el santo recrear el recuerdo y memoria del Niño que nació en Belén. El mismo biógrafo, nos dirá que la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio (la casa de Francisco) se convierte en una nueva Belén.

Siguiendo con Tomás de Celano, encontramos literalmente, la intención que tuvo san Francisco aquel día en Greccio: “Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno, entre el buey y el asno”. Los verbos usados, concentran en sí todo su propósito: celebrar y contemplar.

Es esta la clave para interpretar lo que significa montar el portal y pesebre en casa: reproducir el acontecimiento de Belén, pero no sólo como algo ornamental o recreativo, sino como algo celebrativo, que haga contemplar este acontecimiento redentor.


2.- CELEBRACIÓN Y CONTEMPLACIÓN

Dicho de otro modo, a través de la celebración y contemplación se actualizan aquellos acontecimientos salvíficos en el presente y en el contexto ordinario. Así pues, lo que se celebró en Greccio tiene un significado para nuestra sociedad actual, que no puede ignorarse, pues San Francisco con su genialidad, pretendió que el Niño de Belén resucitara en el corazón de muchos que le habían olvidado, lo que quedó profundamente grabado en la memoria de aquellas gentes, hasta el punto de su celebración anual y expansión.

Todo como vemos, nos abre de forma trascendente hacia el misterio, y de hecho, en muchos lugares las figuras que representan a los personajes principales del portal, reciben en su conjunto el nombre de misterio. Es momento ahora, para centrar nuestra mirada en el misterio de la Navidad como lo hizo san Francisco, con el fin de recuperar su más genuino propósito: la celebración y la contemplación.

Por si fuera poco, a colación de esto, debemos rescatar de nuevo un detalle de aquella efeméride de Greccio, y es la celebración de la eucaristía. Tomas de Celano, nos cuenta que cuando aquellas gentes contemplaron llenas de alegría el acontecimiento de Belén, el sacerdote celebró la Eucaristía delante del pesebre, mostrando así el vínculo entre el sacramento y la propia encarnación del hijo de Dios, Detalle cargado de simbolismo si consideramos que el nombre de la ciudad de Belén, tiene un doble significado, que alude a este mismo misterio, a saber: en árabe Bayt Lahm (casa de la carne); en hebreo Léhem/Bet Láhem (casa del pan).


3.- DIOS HABITÓ EN UNA FAMILIA

La fe y la comunión de la familia congregada en el seno del hogar, tiene un papel fundamental en esta preciosa costumbre, pues es la que le da su sentido más genuino, hasta constituirla en una verdadera espiritualidad popular.

La familia es la clave de lectura de la Navidad, pues Dios mismo vino a habitar y formar parte de una familia. Dios quiso vincular inseparablemente la forma de llevar a cabo la salvación a la familia, porque se manifestó en un contexto y realidad familiar. En este sentido, para comprender el significado salvífico de la Navidad tenemos que interpretarlo a la luz de las relaciones familiares, pues nuestra fe y devoción so sólo se dirigen a Jesús, sino también a María y José. En otras palabras, la verdadera Navidad tiene su punto de partida en una familia, y es este su ámbito y contexto más directo y natural para acercarnos con fe a este misterio.


4.- ENSEÑAR A DIOS DESDE EL HOGAR

A partir de lo dicho, se puede vislumbrar fácilmente el poder catequético que tienen las escenas navideñas dentro del hogar y también su montaje, sobre todo cuando hay pequeños en la familia.

Constituye una verdadera catequesis el hablar a los niños de la importancia y misión de cada uno de los personajes, dando respuesta a interrogantes que emanan de la Sagrada Escritura, como la necesidad de la Sagrada Familia de viajar hasta Belén y su posterior huida a Egipto, la llegada de los Magos de Oriente guiados por una estrella, la adoración de los pastores o la matanza de Herodes.

En un sentido aún más amplio, el pesebre debe ayudar a la familia a comprender, que el Niño que allí se encuentra es el mismo que será crucificado, y que resucitará por Pascua para nuestra salvación. Explicar a los niños todo esto es transmitir no sólo un amplio bagaje cultural, artístico y tradicional, sino también devocional y de fe. Fechas y momentos así constituyen nuestra propia identidad cristiana, donde Jesús, tiene un lugar en nuestro hogar.

Ahora bien, con demasiada frecuencia en la representación navideña, se añaden personajes que forman parte del contexto social en el que nació Jesús, pero que no hay que considerar como fundamentales, sino más bien como elementos secundarios o decorativos. Estos personajes o nuevas escenas surgen por ser la Navidad, fuente de inspiración y de imaginación, donde la santidad y lo divino, irrumpen en la realidad cotidiana, de antes y de ahora. Baste sólo recordar los belenes que en muchos lugares públicos y de forma monumental se construyen en plazas y calles, y que refleja la dimensión pública, que tiene la fe en el contexto civil y público.


5.- DESCRISTIANIZACIÓN DE LA NAVIDAD

No obstante, podemos decir que hoy día, se pretende una Navidad sin sujeto o sujeto pasivo, carente de todo misterio, donde Jesús es el gran ausente. Desdibujado su significado, no se comprende la trascendencia de este acontecimiento salvífico para la humanidad.

Siendo la Navidad y sus personajes una fuente inagotable de Inspiración, llama poderosamente la atención la proliferación de cantos y villancicos que no hacen referencia explícita a nada navideño. A este rasgo, habría que sumar personajes indecorosos que se han añadido forzosamente al belén y que restan en belleza y sacralidad la escena de la Natividad del Señor. En no pocas ocasiones también las mismas imágenes de la Sagrada Familia se representan de forma indecorosa, que pretenden la mofa o incluso la ofensa para los creyentes. Estos datos deben hacernos aún más conscientes de la importancia de enseñar desde el hogar y crear una cultura familiar y evangelizadora como sociedad.

Es cierto, que esta riqueza e inspiración inunda ciudades y hogares, con colgaduras, decorados, y regalos, e incluso con una variedad infinita gastronómica, que son reglejo de fuerte consumismo que tienen estas fechas. No obstante, no lo podemos olvidar, nada de esto nos remite a Jesús, que ha nacido por nosotros. Podemos decir, que si nos dejamos llevar por todo esto, viviremos unas fiestas que pueden ser estupendas, pero que están lejos de la alegría del verdadero espíritu de la Navidad.

La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores, amenazados por la costumbre de convertir la Navidad en una campaña comercial, que refuerzan el consumismo y el neopaganismo. Una Navidad descristianizada, nos sitúa a nosotros como merecedores de todos los regalos y sujetos en primera persona, dejando lejos la alegría de María y José cuando vieron a su Hijo Jesús, recién nacido. Es precisamente esta alegría la que tiene que inundarnos y rebosar, desde dentro hacia fuera, pues irradia de nuestro interior.

Cierto es esto, pues no nos alegramos por las luces que se encienden y se apagan, o por el colorido de las calles, factores externos todos; sino que es todo lo contrario, es nuestra alegría, la que sale de nuestro interior y contagia a los demás. Baste recordar las palabras de san Pablo cuando Exhorta a estar perseverantes en la alegría por el Señor, para que esta mesura sea conocida por todas las personas (Filp 4, 4-5).

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