LA RESURRECCIÓN DE JESÚS 

 Por: Álvaro López Asensio

Página web: www.alopezasen.com

 

 

 

1.- PRIMEROS TESTIMONIOS DE LA RESURRECCIÓN

El año 55 de nuestra Era, Pablo de Tarso escribía a los corintios: “Os transmití, en primer lugar lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras…” (1Cor, 15, 3-4).

Para el Apóstol Pablo la resurrección de Jesús es fundamental. No se puede creer en Él y negar su resurrección. Sería vaciar de sentido todo el mensaje cristiano. “Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe… Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron (murieron)” (1Cor 15, 14).

Si Jesús de Nazareth no ha resucitado:

·No hay posibilidad de anunciar un evangelio, una noticia de salvación total a la humanidad.

·No es posible una fe en Cristo como Salvador de las personas y, por lo tanto, no hubiera surgido la literatura neotestamentaria. La fe de los discípulos se hubiera apagado con la muerte del Maestro.

·No hubiera existido una comunidad cristiana, una Iglesia empeñada en anunciar una salvación para los hombres.

Se puede afirmar con Pablo que si Cristo no ha resucitado:

·Toda nuestra predicación es inútil, vacía, sin sentido.

·Toda nuestra fe es utopía sin apoyo real, sin base ni fundamentación. Pero Jesús resucitó.


2.- EL PROBLEMA DE LA RESURRECCIÓN

Cuando queremos tratar de descubrir el alcance exacto de lo que creemos cuando afirmamos: “Resucitó al tercer día según las Escrituras”, nos encontramos con diversas dificultades:

A.- La dificultad exegética de los textos del Nuevo Testamento Cristiano. En contraposición con los relatos que poseemos sobre la pasión y muerte de Jesús, “los evangelios aportan, si se piensa en la importancia del suceso de la resurrección, sólo relativamente poco y además defectuosos relatos. Estos han sido tomados de muy distintas tradiciones y a menudo no tenían primitivamente concesión entre ellos, ni tampoco estaban unidos de ninguna manera con el relato de la pasión[1]”.

Los relatos evangélicos no permiten una reconstrucción de los hechos sucedidos en torno al acontecimiento pascual pues sus datos no pueden ser armonizados de ninguna manera.

B.- Lugar de las apariciones. Según Lucas y Juan, las apariciones han tenido lugar en Jerusalén, mientras Mateo y Juan nos hablan de apariciones en Galilea. Por una parte se cita a los discípulos en Galilea (Mt 28, 7 y Mc 16,7). Por otra parte, el mismo Jesús ordena a sus discípulos que no abandonen Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo (Lc 24, 49).

C.- Testigos de las apariciones. Tampoco es posible saber con claridad quienes y en qué orden han sido testigos de las apariciones. La enumeración que podemos leer en (1Cor 15, 3-8) no concuerda con los datos que encontramos en los relatos evangélicos.

D.- La naturaleza del resucitado. Por una parte, los relatos nos presentan al resucitado como alguien que se desplaza, habla, come con sus discípulos, de tal manera que puede ser asimilado a un cadáver reanimado, revivificado (como Lázaro). Sin embargo, al mismo tiempo se dice que aparece y desaparece misteriosamente, sus discípulos no lo reconocen y su presencia resulta un misterio.

E.- El sepulcro vacío. El descubrimiento del sepulcro vacío tiene una importancia fundamental en los relatos evangélicos. Sin embargo es totalmente ignorado por el resto del Nuevo Testamento.

Todo esto nos conduce a concluir que los relatos evangélicos no nos permiten una reconstrucción de los acontecimientos. Leer estas narraciones como si nos ofrecieran una “biografía” del resucitado sería una total equivocación. No se puede atribuir un valor topográfico ni cronológico a estos relatos. Es necesario leerlos con un sentido crítico. Ahora bien, si los relatos evangélicos no se presentan como una “biografía” del resucitado, ¿Cómo conviene leerlos?

No se trata, como muchos creen, de hacer pasar los textos ante el tribunal del pensamiento moderno y no conservar sino lo que nos conviene. No se trata de acomodar la fe al gusto de los tiempos. Se trata de redescubrir la verdad del Evangelio. Distinguiendo lo que es historia y lo que es lenguaje, examinando cómo han sido compuestos los relatos, cuáles eran las intenciones de los redactores, podremos comprender mejor lo que nos quieren decir. En el momento en que los textos vuelven a ser testimonios de hombres en su situación, en ellos la palabra de Dios nos interpela.


3.- EL “CREDO” DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

En el “credo” cristiano se enumeran los artículos de fe: creer en Dios Padre, en Jesucristo su hijo y en el Espíritu Santo.

Con respecto a la muerte y resurrección, el “Credo” dice: “…Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre…”.

Dentro de esta serie de hechos, la Resurrección aparece como un hecho del pasado sucedido entre la crucifixión y la ascensión al cielo. No aparece destacada de una manera especial como un acontecimiento central, aunque, en realidad, forma el lazo entre el Jesús muerto bajo el gobierno de Poncio Pilato y el actual Jesús vivo “que está sentado a la derecha del Padre”.

La importancia de la resurrección proviene del hecho por el cual Jesús, a través de todos esos acontecimientos, ha podido pasar hasta la derecha del padre y convertirse en nuestro Señor.



[1] SCHLIER, H.; “De la resurrección de Jesucristo”, p. 13.

Comentarios

Entradas populares de este blog